Agua entre los dedos

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Podría jurar que cada vez que mis dedos tocaban el agua helada de aquel pequeño arroyo con una profundidad menor a los diez centímetros, en vez de sentir inconformidad, podía sentir una agradable sensación que me brindaba la calidez digna de el día que estaba conmemorando como siempre; eran alrededor de las nueve de la mañana en donde el sol está en su máximo y el brillo que sus rayos dan, traspasan mi piel erizándome cada vello debido a esa sensación tan placentera que me brinda la caricia matutina, sin embargo mi propósito no es del todo el sol ya que bueno, yo soy casi el sol.

Miré la palma de mi mano en donde tengo trazada una marca eterna de lo que era el dibujo de un sol, esa que me dictaba bien lo que era y me correspondía. Este mundo se dividía en dos secciones, la mía la cual ya he mencionado y la secundaria la cual es la de la luna. Se podría decir que mi anhelo por la luna es infinito, jamás soy capaz de verla pero sé lo preciosa que es, sé lo hermoso que es su tempestad, su actitud testaruda y sé que sin mí ella -o él- jamás brillaría, sin embargo no sabía que la luna era tan pero tan... Diferente.

Volví a meter mis dedos sobre el cuerpo de agua dejando deslizar por fin mi ofrenda, se podía decir que cada mañana hacía la misma ingrata rutina, tomar una canasta llena de flores las cuales con cuidado iba dejando en el arroyo viendo como el mismo movimiento natural del cuerpo las desplazaba dejando un perfecto camino de flores que eran arrastradas hasta el final del arroyo y principio de una cascada, esa labor era la que me encantaba hacer.

Cabe mencionar que últimamente sé que el sol no brilla igual, sé que necesita de uno más joven, uno más enérgico y por darme a notar, ofrendo a diario hasta que el mismo sol decida bajar a verme, hasta que finalmente se de por vencido y consiga a alguien mejor de lo que es él. También conocemos al sol como "Naruto".

Bufé de tan sólo recordar el nombre que tanto me frustraba y finalmente me digne a levantarme de esa orilla en donde el agua hacía un placentero sonido de relajación. Miré hacia el cielo y suspiré era hermoso y de lo más claro que haya visto, mis ojos y el cielo podían perderse en una misma gama de color, sin embargo, vuelvo a repetir, yo no era aun el sol.

Tomé la canasta y con esa misma me dispuse a regresar a el lugar central de aquella especie de aldea si tan sólo no haya visto algo que llamara mi atención a tal grado de hacerme tirar la canasta abrir los ojos a la par y querer analizar de qué consistía.

Al otro lado del arroyo justo a la sombra de unos árboles que con su espesura cubrían lo suficiente como para producirla, una extraña silueta pareciera arrastrarse o bien reptar por el césped con intensa agonía. Trague duro y sin dudarlo crucé por el arroyo sintiendo el agua adentrarse en mis botas y una nada conocida sensación en mi mano que me hizo expresar un chillido de ardor.
Miré mi palma y pude ver como aquella marca de sol radiaba como nunca, jamás me había pasado algo así y me había conmovido lo suficiente para olvidar mi labor central unos segundos para poder apreciarla, negué con mi cabeza volviendo a alzar la mirada y notando sólo así que se trataba de una persona ¡Una que agonizaba!

—¡Hey! ¡¿Qué te pasa?! —Grité como si fuera lógico que el moribundo me fuese a contestar y tras notar lo idiota que había sido, caminé lo poco que me faltaba llegando así hasta la persona.

Me acuclillé notando así que se mantenía boca abajo y que su respiración se oía entrecortada, agitada y como si sus pulmones estuviesen llenos de agua, síntomas que me bastaron para tomarlo y girarlo con cuidado notando finalmente lo que el hombre sufría.
Una de mis cejas se alzó tras ver su expresión de dolor y pronto comprendí tras analizar sus rasgos, que era alguien proveniente de la luna y que sea cual fuese la razón de estar ahí simplemente no debía ser así ya que el día les afectaba tanto como a nosotros la noche.

Midnight •SasuBoru• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora