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El estridente ruido de la alarma de mi móvil me despertó interrumpiendo así mi sueño. Aunque en apenas unos momentos mi sueño se iba a transladar a la realidad. Bostecé unos segundos y estiré los músculos hasta que volví a mi ser. Estaba tan cansada, pero la ocasión valía la pena. Me senté sobre la cama y vi la hora que marcaba el reloj. Era la una y media. Tenía tan solo media hora para preparame para ver posiblemente al que sería el amor de mi vida.

Puse los pies en el suelo cautelosamente para no hacer ruido. Mi madre se hallaba en la habitación contigua a la mía, y no debía saber que yo me iba a ir. Se podría decir que por primera vez en mi vida me estaba fugando de casa. Con cuidado, abrí el armario y me dispusé a elegir mi vestuario. Después de reflexionar durante un breve instante me decidí por un vestido blanco de tela ligera con algún que otro detalle bordado que me regaló una vieja amiga de mi madre por mi pasado cumpleaños. Era simple, pero hermoso. Daba un aire natural, pero a la vez encantador. No sé que tenía, pero a pesar de su sencillez era bello. Supongo que sería armonioso, todas esas cosas tan extrañas eran las que le encantaban a la que me lo regaló. Al igual que a Nora.

El recuerdo de Nora me hizo derrumbarme un poco. ¿Cómo podía tenerla aún tan presente en mi vida? Quise dejar de pensar en ello ya que si no me daba prisa lo más probable era que no llegaría a la cita a tiempo. Me calcé con unas sandalias de cintas plateadas y me dirijí hacia el espejo lentamente. Allí estaba, por primera vez en mucho tiempo frente a uno de los causantes de mi dolor. Mi reflejo. Me miré, pero hoy la sensación era muy distinta. No sentía odio, ni desprecio, ni terror. Volvía a sentirme bien conmigo misma. Ya ni siquiera recordaba esta sensación que había vuelto a mí. Me miraba al espejo y, se podría decir incluso que me sentía conforme. Decidí ir sin maquillaje ni nada de eso. No me gustaba nada, prefería ir tal cual. No me gustaban los cosméticos, los veía como un invento estúpido que ganaba miles de millones a costa de la inseguridad de las mujeres y de sus defectos. Según evolucionaba la sociedad, más grande se hacía esta industria, ya que realmente su función era matizar aún más la inseguridad de su cuerpo. Jamás harían que las mujeres se sintieran completamente bellas, ya que si lo hacían dejarían de utilizar sus productos y se mostrarían tal como son, lo que provocaría la quiebra de su negocio.

Sé que todas mis ideas son extrañas, pero así soy yo. No me gusta seguir la corriente que se marca. Ya hay demasiada gente similar, ¿para qué iba a ser yo igual que ellos? ¿Qué iba a aportar nuevo al mundo?

Deslicé mis dedos por mi cabello dorado y liso para colocarlo un poco, y decidí ponerme una flor blanca sobre mi cabeza para darle un toque diferente. Me volví a mirar y sonreí. Esperaba con toda mi alma que le gustase a mi anónimo. Todo esto era tan solo para él. Para darle las gracias por haber sido mi salvación sin tener conciencia de ello.

Quedaban apenas unos minutos para que fuese la hora del encuentro. Decidí salir por la ventana que daba a la calle para que mi madre no se despertase. Estaba muy nerviosa. Sentía como el corazón me latía muy rápido y liberaba adrenalina por momentos. Saqué una pierna y luego la otra, y sin más dilación implusé todo mi cuerpo hacía fuera. Era libre. Ya estaba fuera de mi casa.

Las calles estaban oscuras, tan solo iluminadas por la luz centelleante de las farolas e imperaba un silencio aterrador. Era obvio que en aquel momento algo de miedo se apoderó de mí. Jamás había visto las calles tan inhóspitas. Tenía suerte de que la playa se encontrase a escasos metros de mi casa, porque no sabía cuánto tiempo más iba a poder ignorar el pánico que sentía. Anduve al paso más rápido que podía hasta que al fin pude divisar algunas palmeras. Al fin había llegado. Jamás había sentido aquello, era como si hubiese andado miles de kilómetros sin llegar a mi destino. Supongo que sería una de las falsas ilusiones que crea el miedo en nuestros subconscientes. 

Di unos cuantos pasos difusos sobre la arena y mis huellas quedaban marcadas en ella. Me decanté por quitarme las sandalias para  poder caminar con más comodidad. La verdad es que me era placentera aquella sensación de sentir la arena bajos mis pies, al igual que sentir el rubor de las olas en el ambiente.

Miré el reloj y vi que era la hora exacta a la que habíamos quedado. Busqué a mi alrededor desesperadamente a mi anónimo, pero allí no veía a nadie. Una horrible sensación de engaño llegó a mí. ¿Y si todo era mentira? La verdad es que era todo demasiado bonito como para ser cierto. Estaba decepcionada y en ese preciso instante me odiaba a mí misma. ¿Cómo podía haber sido tan tonta y haber creído todo aquello? Ahora lo veía todo claro. Estaba convencida de que todo habría sido una broma de mal gusto de alguno de aquellos que se metían conmigo. Pensé en lo bien que les había salido la jugada y me sentí llena de rabia y de odio. La decepción se hizo paso tras la la fase cúspide de las emociones anteriores. Las lágrimas brotaron de mis ojos. Era la única forma de expulsar de mi cuerpo toda esas falsas esperanzas que había creado en mí y todo el odio que se hallaba en ese momento en mí. Pero de repente, todo cambió.

De la nada apareció un avión de papel. ¿Qué era eso? ¿Y si no era mentira? Llena de ansias por descibrir la verdad me acerqué al avión y lo desdoblé. Allí había una nota escrita:

"Buenas noches princesa.

Sabía que vendrías. ¿Eres consciente de lo sumamente bella que te encuentras bajo la luz de la luna? Sabía que eras perfecta, pero jamás imaginé que llegaras a alcanzar esos puntos. Estoy seguro de que ahora mismo todas las estrellas que adornan el firmamento se están muriendo de celos. Eres tan preciosa, Soleil. Aún no me puedo creer que todo esto esté pasando. 

¿Tienes ganas de verme, mi vida? (Grítalo para que pueda oírte)"

Una sonrisa se apoderó de mi rostro. ¡Era real y estaba pasando en este mismo instante!

-¡Sí, y muchísimas! -exclamé a la nada lo más fuerte que pude.

En ese instante, otro avión cayó bajo mis pies. Lo recogí y me dispuse a leerlo:

"¿Cuántas?

Yo ya sabes que te amo."

-Mis ganas de verte son infinitas. Por favor, no me hagas sufrir más. Te necesito. Conmigo. Aquí. Ahora. -grité con una gran sonrisa en mi semblante. Estaba tan feliz de estar tan cerca de él, aunque no le viese.

Noté unos pasos a mi espalda, pero volvió a caer otro avión, así que supuse que debía leerlo antes de girarme. 

"Princesa, estoy detrás de ti. Ya llegó el momento. ¿Te atreves a dar el último paso y a descubir mi identidad?"

No lo dudé ni un segundo y dije mi respuesta con total convinción:

-Sí.

Me di la vuelta y allí estaba él. Mi corazón se desató en mil emociones que esperaban aquel día para aflorar. No me podía creer que esto estuviese pasando. No me podía creer que este era el comienzo. El comienzo de nuestra historia. El comienzo de la que iba a ser la mía.

Don't love meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora