III

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Mi madre estaba en el salón esperándome con un cierto aire de impaciencia. Me miró detenidamente al verme salir.

-Menos mal que ya estás lista. Ahora mismo iba a ir a llamarte para irnos.-dijo entre una risa fingida.

-Vámonos.-respondí con un tono áspero y firme.

-Cierra la puerta y sube al coche, Soleil.

La obedecí y me subí al asiento del copiloto creando en el ambiente un extraño silencio incómodo. No pronunciamos más palabra y noté como me observaba con un toque de tristeza ante la situación.

Era la primera vez que iba a ir a aquel sitio. Sinceramente no estaba muy segura de cómo debía sentirme ante aquello. Iba a ir al psicólogo por petición expresa suya. Desde que ocurrió todo lo de Nora me encerré en mí misma y dejé de ser quién era entonces. Eso era lo que le preocupaba a ella. La máxima soledad en la que me hallaba, aunque lo que más le perturbaba era la apatía al mundo que demostraba. Realmente yo no me encontraba sola. Tenía a Nora y al anónimo, pero claro, ella no sabía nada de aquello. Creo que si le hubiese contado que Nora aún seguía a mi lado me hubiese llegado a un centro psiquiátrico. Es demasiado escéptica y sé que no me comprendería y pensaría que había caído en las garras de la locura, o si le hubiese contado lo del anónimo puede que hubiese llamado a la policía alegando que sufría acoso o algo por el estilo aunque no fuese cierto, tan solo para protegerme. Esa era la obsesión que tenía: la protección, o mejor dicho, la sobreprotección.

Desde que mi padre se marchó a vivir su vida por separado las cosas eran muy diferentes. Mi madre era muy joven cuando mi padre la dejó sola, al cargo de una niña de escasa edad, en un país desconocido. De ahí viene mi nombre, Soleil. Me llamaron de aquella manera para que nunca olvidase el tiempo que pasé en Francia. Aunque sinceramente, no recuerdo nada de mi vida allí. Esa fue la historia que me contaron, aunque más tarde descubrí que no era cierta. Rebuscando en las viejas cajas de recuerdos de la juventud de mi madre, descubrí un diario de los días de su adolescencia y juventud. Mis padres se conocieron en Marsella, aunque ninguno de los dos era de allí. Ambos estaban de viaje de fin de carrera allí por separado, hasta que se encontraron el uno al otro. Los detalles los desconozco, pero sé que en muy poco tiempo un amor furtivo apareció entre ellos, consumándose en una noche de entrega bajo el cielo estrellado de la ciudad gala. Su historia fue tan breve como eterna.

De aquella noche inolvidable para ambos surgí yo. Tan inesperada como realmente deseada inconscientemente. Yo iba a ser el cambio en sus vidas y "el sol que los iluminaría durante el resto de éstas" según mi padre.

Aquellas palabras embelesaron a mi madre, de la que heredé mi falsa inocencia, y la convencieron de que él era su destino y yo era el puente que unía ambos lados del río que los separaba.

En una locura de juventud, mi madre se fugó con mi padre, y pasaron los meses en los que sus días se resumían en amor y más amor. Se sentían tan afortunados de tenerse el uno al otro. Lástima que fuese tan fugaz. A los nueve meses nací yo bajo el sol de la Provenza. Según pasaba el tiempo, se fueron conociendo más y se dieron cuenta de que no eran tan perfectos el uno para el otro como se pensaban. Cada uno tenía una utopía de vida distinta, y aunque sus caminos se hubiesen cruzado y unido en mí, ambos eran conscientes de que no eran correspondidos. Así que, cada uno decidió empezar de cero por separado y no volvieron a saber nada más del otro. Mi madre se hizo cargo de mí y mi padre empezó en solitario.

Sin mi padre, volvimos a la ciudad costera de la que procedía mi madre y los recuerdos que vagan por mi memoria empiezan en este lugar.

El frenazo en seco del coche me hizo salir de los pensamientos en los que estaba sumergida. Ya habíamos llegado a la consulta del psicólogo. Bajé del coche lentamente mientras contemplaba a mi madre. Era obvio que no sabía ocultar las emociones y su cara era el espejo de su alma. Un alama desamparada al encontrarse en tal situación de impotencia por mi culpa.

Don't love meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora