VII

65 5 5
                                    

Tras sellar aquella promesa, nos tomamos de la mano y nos dispusimos a dar un paseo a la orilla del mar. Era una sensación tan maravillosa. Irradiaba magia, así lo sentía yo. Podía sentir por primera vez en mucho tiempo calma y seguridad. Aquello me era reconfortante. Más aún que aquellas horas de sueño plácido que podría haber tenido si hubiese decidido ignorar su cita. Pero eso no ocurrió. Había decidido ir, y allí estaba. Viviendo uno de los mejores días de mi vida, o mejor dicho, noche. De todas formas, estaba siendo único y quedaría por siempre en mi recuerdo. Era consciente de ello, y eso que todo no había hecho más que empezar. La noche aún era larga y tenía tiempo de disfrutarla antes de que tuviese que volver. Debía dejar huella en el tiempo, que quedase marcada mi esencia. Era mi momento, nuestro momento. Estaba tan absorta en mis ideas, que al cabo de unos instantes, la sonrisa nuevamente de Martín me devolvió una vez más a la realidad en la que me hallaba. A mi soñada realidad, pero que se estaba cumpliendo.

Él se lanzó y volvió a hablar, a pesar de que las palabras no eran necesarias en el lenguaje mudo que habíamos creado, debido a la evidente compenetración que teníamos desde el primer instante de la madrugada:

-¿Cómo te sientes, Soleil?

-Como nunca. Es algo tan... Extraño. -dije desconcertada, ya que no sabía si esa era la palabra correcta para definir cómo me sentía. Realmente creo que ninguna palabra sería capaz de definir lo que estaba sintiendo. Jamás me habían preguntado eso.

-¿Extraño? No creo que esa sea la palabra -alegó entre una risa ligera, y pensativo- es más bien... Diferente. Es sorprendente la tendencia que tenemos el ser humano a determinar como raro o extraño aquello que no hemos experimentado antes, cuando lo más correcto sería diferente, ¿no crees? Supongo que son conductas de la sociedad que nos son inculcadas de una forma tan silenciosa de la que ni siquiera nos damos cuenta.

Sus palabras me conmovieron. No por el argumento de éstas, sino por lo parecidas que sonaban a los antiguos discursos de Nora. Le había prometido a ella que no volvería a pensar en cualquier tema que tuviese que ver con ella, así que ignoré aquel recuerdo para seguir con la velada.

-Vaya, tienes don de palabra, Martín. Hablas verdaderamente bien.

-Muchas gracias amor, tan solo hablo con el corazón y creyendo de veras en lo que digo.

-Te admiro, ya no quedan como tú. -afirmé con nostalgia.

Seguíamos avanzando tan pegados al agua que ésta de vez en cuando refrescaba mis pies a cada paso sobre la arena. Noté que no caminábamos sin rumbo como creía hasta entonces. Martín tenía preparado algo más.

-¿Dónde vamos? pregunte intrigada.

-Es una sorpresa, reina. Ya te dije que todo era poco para ti.

Le miré a los ojos una vez más y me paré frente a él.

-¿Por qué haces todo esto?

-Porque siento que te amo más de lo que es conocido. Desde el día en que te fuiste provocaste un vacío en mí que ni las personas ni el paso de los años logró llenar. Empecé tu búsqueda aunque pensaba que era en vano, más no fue así. Ahora te tengo frente a mis ojos. Tengo a mi ángel aquí. Conmigo. Ahora. Y... no me puedo sentir mejor. A partir del día en que te volví a ver desde el anonimato volví a sentirme vivo. Las ganas de comerme el mundo volvieron a mí. Siento que lo puedo todo si es contigo, y esa sensación... esto no lo cambio por nada del mundo, princesa. Tan solo deseo hacerte feliz, que seas la chica más afortunada del mundo. No por tenerme a mí, yo no soy nada excepcional, sino porque aprendas a valorarte a ti misma lo suficiente. Y no necesites nada más, tan solo tu sonrisa, del que la que yo estaré encargado, y que nunca se esfumará de tu rostro.

Don't love meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora