Capítulo 7 | Arena

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En cuanto lo veo, inmediatamente me separo de los labios de Kyungsoo.

—Hola, Seunghyun —saludo con los ojos como platos.

Siento el cuerpo de mi vecino ponerse tenso. Se da la media vuelta y ambos se encaran. Yo aún tengo la espalda pegada al auto, pero ahora es por no estar muy segura de poder sobrevivir a esta escena. Examino el rostro del jefazo, pero es tan poco expresivo como siempre. Es difícil percibir algún dejo de irritación. Puedo ver su mandíbula tensa...

Tal vez sólo soy yo queriendo que se sienta de la misma manera que yo cuando lo vi con Eunjin.

—Hola, Rosie. ¿Estás lista para irnos?

Mis oídos perciben el sonido dos segundos después de ver su boca moverse.

—Sí, claro que sí —contesto nerviosa—. Él es Kyungsoo. Kyungsoo, él es mi jefe, Lee Seunghyun.

Ambos se saludan con una pequeña reverencia y yo no sé si pueda seguir soportando tanta tensión.

—Gusto en conocerte —dice casualmente el hombre que hace segundos me besaba con avidez—. Te veo después, Rosie-yah.

Me da un suave beso en la mejilla, se sube a su auto y se va, dejándome completamente sola con el jefazo. Mi vista se posa en él y vuelvo a examinarlo de pies a cabeza. Está un poco más relajado y tiene la sombra de una pequeña sonrisa sobre su rostro.

—¿A dónde iremos? —pregunto para romper el hielo, mordiéndome el labio para tratar de calmarme.

Daechon —contesta tranquilamente mientras comenzamos a caminar hacia el estacionamiento del edificio.

Yo prácticamente cojeo, pero dudo que se haya dado cuenta.

—Pensé que iríamos a ver a algunos productores...

—Claro que sí, pero primero iremos a Daechon para examinar un terreno y terminar algunas negociaciones —continúa diciendo mientras yo sigo algo tensa. Tendré que pasar por lo menos dos horas en el mismo auto que él y no sé cómo sentirme al respecto. Yo nunca acepté este viaje—. ¿Hay algún problema? —pregunta como si nada estuviera pasando mientras quita los seguros del auto y abre la puerta del copiloto para mí.

Estoy nerviosa, ese es el maldito problema.

Niego suavemente con la cabeza y entro al auto. Inmediatamente me inclino un poco para masajear mi tobillo, aprovechando que  el jefazo rodea el vehículo para subir a su asiento y está distraído. Minutos después ya estamos adentro en la carretera con dirección a Daechon. Su celular está conectado por bluetooth al estéreo, así que su música comienza a sonar.

Es electrónica y pesada. Del tipo de canciones que con sólo escucharlas mi cabeza comienza a punzar. Después de unos minutos, tengo que masajearme la sien discretamente para apaciguar el dolor.

—Si no te gusta, puedes escoger alguna otra canción —dice suavemente, sacándome de mi estupor de manera repentina—. Aunque si lo haces, estaría algo herido.

—¿Por qué? —pregunto curiosa.

Poco a poco, comienzo a perder los nervios y me siento más cómoda estando con el guapísimo jefazo. Tal vez es la manera en la que se dirge a mí la que me hace relajarme.

Nada que ver con su voz tajante de la primera vez que se dignó a dirigirme una palabra.

—Bueno, porque yo la hice. Es mi canción —confiesa con una sonrisa divertida mientras baja la velocidad para tomar una curva.

Yo me sonrojo un poco, culpable de hacer mi disgusto muy notorio.  Sus músculos se tensaron un poco por la forma en la que maniobró con el volante y mi vista va directa a sus brazos, preguntándome si será tan fuerte como aparenta.

La chica que él nunca notó | SeungriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora