Capítulo 1: Annabeth

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Antes que nada, quería aclarar: 

La historia y los personajes, y TODO el mundo Griego y Romano que se mencione aquí, no ha sido idea mía. Los Campamentos no son míos, todo ésto es obra del Tío cofcof Troll cofcof Rick Riordan. 

Los personajes narrarán en Ominciente-Primera persona, al igual que en la saga Los Héroes del Olimpo. 

El plagio es un delito. Sé original. Di NO al plagio.

Gracias por leer.

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Poco antes de despertar, Annabeth estaba otra vez en el Tártaro. 

De acuerdo, no exáctamente el Tártaro. Era un sueño. Una pesadilla, pero el Tártaro, al fin y al cabo, está hecho de pesadillas. 

Volvía a sentir sed, cansancio y a sentirse como una inútil. ¡Ella era una hija de Atenea, no era una inútil! ¡Rescató la estatua de su madre, la legendaria Atenea Paternos! Pero el Tártaro hacía sentir que el mundo no tenía sentido en absoluto. 

Estaba parada mirando a Bob, que le sonreía con su plateado rostro. En su hombro izquierdo estaba durmiendo un gatito, Pequeño Bob, y ronroneaba suavemente. 

Pensar en Bob aún atrapado en el Tártaro la hacía sentir un Monstruo.

Vio las Puertas de la Muerte rotas, con sus cadenas sacadas del nivel y vidrios rotos por todos lados. "Oh, no...", pensó, "Bob sigue allá abajo. Sigue atrapado, y es mi culpa. Sigue enterrado luchando contra Tártaro... Si es que no lo ha matado todavía."

En su desesperación, rompió a llorar. Ella no lloraba, pero le entristecía realmente saber que su único amigo en el Inframundo, por el que ella seguía viva, podría estar en peligro por su culpa. 

Luego de haber vencido a Gea, sus hijos se habrán vuelto a formar dentro del monstruo llamado Tártaro. Eso significaba que...

Gracias a los Dioses, Percy vivía con ella. 

-¡Annabeth! ¡Annabeth, despierta! ¡Sólo es un sueño! -Percy la estaba zarandeando.

Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a la luz del día. Debían ser las nueve de la mañana, pero eso nunca importaba demasiado. No es que a ella le gustara dormir. 

Miró a Percy detenidamente, y se dio cuenta que él no tenía mejor aspecto. Sus ojeras estaban profundas, su cabello estaba más revuelto de lo normal, y se notaba agitado.

-Dioses, Percy... ¿Estás bien? 

-Te iba a preguntar lo mismo. Estabas llorando y gritando en sueños, otra vez. 

Suspiró, y se dio cuenta que tenía las mejillas secas y los ojos hinchados. A juzgar por las apariencias, ninguno durmió esa noche.

-¿Cuánto tiempo...?

-Media hora, al menos, desde que intento despertarte. 

-Yo... Soñé con Bob. -Dijo con lentitud, y supo de inmediato que Percy pensaba lo mismo. ¿Dónde estaría su amigo ahora? ¿En el Tártaro, reformándose con los Titanes? 

-Annabeth... -Percy tomó su mano.- Sé que aún es duro, pero han pasado cuatro años. Estamos bien. El mundo está bien. 

-¿Y Bob? 

-Está con Zöe, y los vemos todas las noches...

-...que salen las estrellas, ya sé. 

Desde que habían salido del Tártaro vivos, Percy le susurraba todas las noches que Bob era una nueva constelación en el cielo, y saludaban junto con Zöe Nightshade, la Cazadora de Artemisa que sucumbió poco antes de la guerra Titánica. Que Percy le dijese eso para calmarla, la hacía sentir mejor de alguna forma, y se lo agradecía, pero siempre quedaba con la duda de si realmente era cierto.

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