Capítulo 4, Reyna: Siendo una Campista normal por 1 día (o casi)

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Cuando Reyna era aún muy pequeña, siempre habia tenido la esperanza de encontrar su camino. 

Lo había encontrado hacía tiempo. Ser Pretor era lo que más le gustaba, le gustaba estar al mando. Pero ésto simpre había traido consecuencias. 

Ella no tenía muchos amigos, aunque ahora sí porque tenía que sociabilizar con los griegos, y se dio cuenta que, en verdad, no eran malos. Pero aún así, sus amigos eran contados con las manos: Percy, Jason, Piper, Annabeth, Leo, Frank, Hazel, Gwen, Clarisse (aunque casi siempre discutían), y otro pequeño puñado de chicos romanos. Su vida social se reducía a una naranja. 

Pero Fede era simpático, le gustaba su forma de hablar en español. Se sentía mejor hablando con él. Siempre había hablado en español con Leo, incluso sin darse cuenta. Pero Leo era un payaso, y no le gustaba tanto los payasos. De cualquier modo, Leo siempre había sido una buena compañía, y la entendía en ciertos casos. 

Luego del primer día de la Junta de Paz en el Campamento Júpiter, Fede le había dicho que necesitaba verla al día siguiente en el Área de Paz. No dijo nada más, así que al día siguiente, Reyna se levantó más temprano para alcanzar a hacer sus ejercicios, coordinar cualquier detalle sobre la visita de los Griegos, y cualquier cosa que pasara en Nueva Roma. 

Se vistió con la camisa del Campamento Júpiter, sus shorts negros y converse del mismo color. Se soltó el cabello negro, dejándolo largo y ondulado hasta cerca del muslo. No era que ella se arreglara mucho, pero en las veces que se sacaba su armadura, prefería andar cómoda. No se arreglaba más que soltándose el cabello, no le gustaba ponerse maquillaje. 

Salió de su casa, ubicada cerca del Senado. Era una hermosa casa de sólo un piso, en tonos crema, con los marcos de puertas y ventanas pintados de morado y con techo de tejas rojas. Arriba de la puerta, había una pequeña pintura en la pared que decía "Pretor" y más abajo un SPQR con los laureles dorados.

Mientras salía de su casa, chocó casi de bruces con Federico. 

Trastabilló hacia atrás, fijándose en el hijo de Atenea.

Él estaba con una camisa del Campamento Mestizo dos tallas mas grande, como si estuviera incómodo con cualquier cosa que llevara en el torso, unos shorts de mezclilla y sandalias, junto con su collar de cuentas por los años que llevaba en el campamento. 

Traía consigo algo que intentaba ocultar tras su espalda. 

-Hola Fede. -Sonrió Reyna, hablando de nuevo en su lengua natal. 

-¿Cómo estás? Lamento haberte asustado. -Sonrió el muchacho, acercándose a ella y dándole el acostumbrado beso en la mejilla. 

Se sonrojó.

-Bastante bien, ya tengo todo listo y en funcionamiento para las actividades de hoy. ¿Cómo te encuentras tú? 

-Muy bien, y no te preocupes, iba a buscarte. -Le sonrió Fede. 

-Pero pensé que estarías en el Área de...

-Sí, pero no podía esperar a verte. -Dijo con suavidad, y se sonrojó.

-Oh... Bueno, ¿y por qué querías verme? -Reyna estaba acostumbrada a que las personas la buscaran para pedir consejo, alguna tarea, lo que fuera. Incluso sus vecinos del Campamento Mestizo la veían a ella como una líder natural.

-Ayer me dijiste que podíamos desayunar juntos. -Reyna lo miró con ceja alzada.

-Disculpa, creí que era una emergencia...

-Si así hubiese sido, le hubiese dicho a Frank.

-Oh, claro... -Reyna se quedó mirando a cierto punto, pensando sobre cualqueir cosa, menos en Fede, porque la ponía nerviosa.

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