➳Que vuelva mi Hiccup Haddock

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Sentía inmensas ganas de llorar. No sabía si era por su condición, o si estaba exagerando, pero quería llorar.

Había una inmensa soledad desde hace mucho tiempo. Ya eran dos años que Hiccup y Astrid se habían declarado marido y mujer, pero sólo era un título, pues no disfrutó mucho los meses que fueron completa unión.

Ahora, él estaba ocupado. No tenía tiempo para ella, ni para su mamá, ni para nada. Estaba ahogándose en una profunda depresión de no poder pasar tiempo con él, pues a pesar de todo, ella lo amaba.

Estaban esperando un hijo. Lo que ella quería de parte de Hiccup era una sonrisa, un abrazo, un beso, algo. Que le demostrara que estaba tan entusiasmado como ella, pero lo único que recibió fue... nada.

—Astrid, ya te traje tu té —esa fue Valka, quien estaba al tanto de su nuera y su crisis.

Astrid tenía muy preocupada a Valka. Estaba furiosa con Hiccup pues tan sólo llegaba y caía rendido en la cama, encima enojado, y Astrid aguantaba el mal humor de éste.

Había adelgazado. Astrid se caracterizaba por ser una de las vikingas más bellas de Berk, pero no quedaba pizca de esa mujer, ahora estaba en un estado muy diferente.

—No tengo ganas, señora. Muchas gracias —respondió, desganada.

—Astrid, mi reina, tienes que comer bien. Estás muy delgada y eso no es saludable. Ya tienes tres meses.

Escurrió una lágrima de su ojo. Le costaba levantarse de esa cama, pero no había algo más importante que sacar adelante su embarazo.

Se levantó y bebió el té. Las nauseas aparecieron, pero Astrid las reprimió, ya que no tenía nada en el estómago y ese té le ayudaría a tener más fuerzas.

Había un completo silencio. Valka comía tranquilamente, Heather leía en la mesa. Era un silencio tan incómodo, pues ambas estaban conscientes del estado de ánimo de Astrid.

Astrid, consumida por el enojo, consumida por las emociones, azotó la taza en la mesa.

— ¡Estoy cansada! ¡Quiero a mi Hiccup Haddock de antes! —gritó, con lágrimas cayendo de sus mejillas. Estaba roja del coraje.

—Astrid, tienes que tranquilizarte. No te hace bien tanto enojo —respondió Heather, intentando calmar a su amiga.

—No puedo, Heather —emitió más tranquila —. Estoy cansada de sentirme sola, de ni siquiera sentir apoyo de parte de él —expresó por último y se retiró al cuarto.

La pelinegra miró con tristeza a Valka. Valka estaba decidida en que debía hablar con su hijo, tenía que hacerlo. Era un asunto que no podía esperarse. Si Astrid continuaba igual, perdería al bebé.

La mujer mayor salió de la casa y buscó a Hiccup por todos lados, pero nunca lo encontró. Patapez le informó que Hiccup salió de Berk. Sólo él sabía de esto.

Ahora sí estaba más furiosa que antes, pues no avisó y Astrid pudo haber pasado una preocupación mayor si no avisaban con tiempo. Y no lo hicieron.

.

.

Al día siguiente, Heather había salido a pescar un poco. Tuvo que ir a un lugar un poco más retirado, pues Berk estaba escaso de lo que Astrid necesitaba.

Divagando por las islas desconocidas cercanas de Berk, escuchó una llamada de ayuda. Esto, por supuesto, la alarmó, y comenzó a buscar de dónde provenía la voz.

—Viene del mar... —se acercó un poco más y en efecto, alguien pedía auxilio en el agua —. Vamos, nena —ordenó a su dragona, quien sin dudarlo, obedeció las órdenes de su jinete.

No estoy dispuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora