➳Huyamos.

1.4K 98 93
                                    


Él no destruiría un matrimonio. El jefe de Berk lo destruyó.

—Astrid —llamó Daven. Desde que vive en Berk, él la llevaba a tomar el sol durante las mañanas, pues este era menos intenso, hacía más fresco y todo el lugar era callado y apacible. Lo que ella necesitaba era un poco de tranquilidad.

—Dime —respondió ella, con completa serenidad, mientras observaba la nueva flora. Eran de diferentes colores, rosas, rojas, amarillas. Astrid siempre amó la naturaleza, pero nunca lo demostró. Todos pensaban que la vikinga terminaría en una herrería, haciendo armas, pero no. En algún momento de su vida, llegó a pensar en dedicarse a un pequeño criadero de flores.

Daven sabía esto. Sabía que Astrid estaba encantada con las flores, pues cada mañana que salían, ella las admiraba. Incluso, una vez le confesó su favorita. Los gustos de la rubia eran exóticos. Tardó mucho tiempo en dar con aquella flor que la volvía loca, pero nada era imposible.

Con lentitud, se acercó a Astrid, y sacó aquella flor color lila, que hacía honor a su nombre. Astrid quedó asombrada.

— ¿Dónde la encontraste? —cuestionó, llena de emoción.

—No fue fácil. No sé el nombre de la isla, pero está lejos de Berk —respiró hondo —. Si un día lo quieres, podría llevarte.

La rubia sonrió —. Me encantaría, pero creo que viajar ya no será para mí —observó su vientre y enseguida el lugar donde trabajaba Hiccup —. Ya no hay tiempo para viajar —expresó, melancólica.

—Entonces... vámonos —soltó, apurado —. Astrid, vámonos.

— ¡¿Qué?! —atónita.

—Ya no puedo más, Astrid. Sé que estás casada y que vas a tener un hijo, pero es que yo ya no puedo callar —suspiró —. Astrid, yo te...

— ¡Basta! No sigas... —interrumpió al chico, perdiendo un poco el equilibrio. Había sido una emoción muy fuerte.

— ¿Por qué? Tú siempre lo has dicho. Hiccup ya es otro. Ya no eres feliz con él —se acercó a ella, pero esta retrocedió, con muy pocas fuerzas —. Piénsalo. Yo aceptaría a tu hijo como mío. Yo de verdad te quiero. Me voy dentro de poco. Si decides irte conmigo, será la mejor decisión que hayas tomado —dijo por último, y se fue.

Astrid estaba muy alterada. Sentía que el aire se escapaba. Se sentó muy cerca de ahí y respiró. Le dolía aceptar que Daven tenía razón.

Estaba harta, cansada. Se habían reconciliado, pero después de esa plática, su comunicación se esfumó aún más.

No amaba a Daven, nunca podría amar a otra persona que no sea su príncipe de ojos verdes. Pero ya no podía más. Y se sentía una tonta por siquiera considerarlo.

.

.

Esto se salió de control. Desde la llegada de ese mal nacido, Hiccup no dejaba de pensar en lo cercano que se hizo para Astrid.

Odiaba verlos juntos. No sabía qué era este sentimientos —o no quería aceptarlo—, pero lo asfixiaba. Fue un error que él llegase.

Esto inició desde el primer momento, pero estaba negado a hablarlo con Astrid, pues se sentía estúpido y era estúpido. Todos estos meses se ha callado y se ha distanciado por la simple razón de que Astrid disfrutaba más la compañía de Daven que de él.

Su interior se retorcía cada que él acercaba sus manos a la rubia. Le enfurecía que éste acariciara el vientre de Astrid y siempre estuviera ahí para consolar sus cambios de humor.

No estoy dispuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora