Cap. 2

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La carroza estaba destruída. Estaban al pié de una pequeña colina, que desleal ocultaba filosas pero pequeñas piedras, ansiosas por lastimar.
Por suerte, sólo tenían rasguños y magulladuras superficiales.
-A-amor...¿Te encuentras bien?- susurró adolorido el Rey, sintiendo la falta de aire, y los constantes pinchazos en sus costados, haciendo que haga raras muecas de dolor.
-S-si, la bebé...- la mujer apurada, destapó por completo el frágil cuerpecito de la niña, quien por primera vez en ésa noche, bajo la insistente luz de la Luna, abrió sus ojos, enamorando una vez más a sus padres, quienes no pudieron guardar sus sonrisas.
-Hermosa Luna- susurraron a la vez, cautivados ante la belleza de su hija.
-Luna...Lúa- habló la Reina, mirando con sus últimas ilusiones a su amado, mostrando el brillo en sus ojos cristalinos.
-Lúa...Lúa Warrey- habló encantado, sabiendo que al menos, pudo dejarle un digno nombre a su pequeña. Le sonrió enamorado. La Luna la cubría con sus destellos, resaltando su belleza, como si fuera un escudo, digno de una princesa.
Cerca, se escuchó el ruido de hojas secas y ramas rompiéndose, delatando el paso de alguien. Se alarmaron, buscaban dónde resguardar a la niña, quien estaba envuelta en el manto real, que portaba con orgullo el escudo de su reino. Cuando la oscuridad, gratamente, reveló la familiar silueta de su mejor amigo.
-Jaeinz...- susurró aliviado el Rey. Veía como el hombre caminaba con dificultad, agarrando su costado, con notables golpes en el rostro.
-Señor, debemos movernos, no es seguro queda- fue interrumpido por el sonido de pasos apresurados en su dirección. El enemigo estaba cerca, el estruendo los atrajo, como la carne podrida a los buitres.
Con apuro el Rey, quitó su capa, cubriendo a su hija, del frío y de la atención de los asesinos en busca de su pueblo. La Reina con sus ojos inundados de lágrimas, se quitó su más presiado dije, colocándoselo a su bebé.
-Para que me recuerdes, Lúa. Mamá y Papá te aman- su voz se escuchaba quebrada, aceptado su pronto destino. Ambos padres resignados al poder superior, besaron la cabeza de la pequeña, entregándosela a su único hombre de confianza, quien los miraba sorprendido.
-Aún podemos escapar- trató de decir apurado, mientras vigilaba que los enemigos no los vieran.
-Estamos condenados- explicó la mujer, aún conservando su buena postura y sonrisa. -Ella tiene un futuro más importante, una misión por cumplir. Debes cuidarla con tu vida. Lúa debe vivir- explicó sosteniendo la mano de Jaeinz.
-Te confío lo más presiado para mí, la vida de mi hija, La Luna destinada a poner orden y traer la paz- habló firme el Rey. -Son lo único que nos queda, por favor, haz que nuestra muerte no sea en vano.-
Los ruidos, y ahora gritos de los hombres se escuchaban cerca, por no decir al lado.
-Váyanse, ahora- ordenó el Rey.
-Si ,mi Rey. Fue un honor serviles- hizo una reverencia, y con la niña en brazos, obviando su malestar, se adentró al bosque, alejándose de la pareja, condenada a una muerte que daba inicio a un caótico destino.

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