CAPÍTULO I

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Todos los Dioses, incluido Zeus, se pusieron de pie tomando sus grandes copas de oro entre manos y al unísono gritaron ¡Vida eterna y buenos triunfos al Olimpo!

Narra Zeus

Esta noche en el Olimpo me encontraba acompañado por Dioses y Semi-Dioses disfrutando el gran festín para discutir el rumbo del mundo mortal.

-Dioses del Olimpo como cada noche estamos reunidos por el tema central que es el mundo mortal. - Gritos de alegría de los Dioses se escucharon por todo el Olimpo. - Hemos tenido victorias y fracasos, combates extensos han unido ambos mundos y lo más importante respetando cada profecía del Oráculo. Antes de comenzar con el destino de los mortales, Dioses de pie brindaremos por el Olimpo y cada una de las batallas ganadas. Hermano, ¿nos haces el honor? - giré en dirección a Poseidón.

-¡LA CAUSA DEL ERROR ES LA IGNORANCIA! - profano en un grito de guerra - tenemos la sabiduría divina que nos concede el Oráculo no dejemos que la maldición divina afecte al Olimpo, pero mucho menos dejemos que cause la destrucción de la Tierra. - sonrió a todos los invitados - ¡POR EL OLIMPO! nuestro recinto - llevó la copa a su boca como todos los demás y bebimos un gran trago.

Cada uno de los Dioses volvió a sentarse en su lugar habitual, ellos me explicaban sus propuestas para el futuro de los mortales, desde hace algunas semanas el Oráculo no mostraba una nueva enseñanza para nuestros fieles seguidores gracias a este acontecimiento nosotros solo nos encargamos de ver que todo funcione tal cual lo establecido. Los Dioses del Olimpo teníamos una obligación dependiendo nuestras habilidades y dones, observábamos como los mortales se desarrollan día con día, cuando alguna de sus acciones representaba una amenaza intervenimos para evitarla a toda costa. Pero nuestra responsabilidad más importante es mostrarles que cada acto tiene una consecuencia por esta razón la mayoría del tiempo influimos en el estado de ánimo y en la percepción con la que actúan ante las situaciones cotidianas.

Justamente hace algunos días Afrodita nos había mostrado su gran logro con su enseñanza en Troya, el Oráculo le habló sobre la guerra entre los troyanos contra los espartanos como castigo para los habitantes de Troya por su conducta vanidosa y prepotente ante el Olimpo. Afrodita sabía que tenía que hacer así que decidió ir al mundo mortal y durante la cena entre ambos reinos en Esparta se encargó de que Paris, príncipe de Troya y Helena esposa de Menelao rey de Esparta coincidieran en la biblioteca del palacio, aquel lugar se encontraba solo y mientras Paris y Helena se conocían, Afrodita se acercó a ellos con una mano en su collar de corazón y les habló al oído iniciando con Helena y susurro Lo deseas, imagina como sería estar con él en tu habitación, ¡HAZLO!, deja que la lujuria se apodere de tu cuerpo mientras Helena se acercaba a Paris, Afrodita susurro al oído de él Jamás habías visto una mujer tan hermosa - Afrodita soltó una mueca al tener que mentir ya que eso hería su propio orgullo, ella sabía quién era la mujer más hermosa - Imagina tu cuerpo encima de ella, llévala a su cuarto y hazla tuya antes de que Afrodita se alejara, ellos ya estaban besándose con tanta pasión que ella soltó una risa maliciosa. Al cabo de una hora Afrodita se encontraba detrás de Menelao y susurró Helena está en su habitación, deberías hacerle compañía, con su mano apretó el collar de corazón y apareció en el Olimpo junto a mí.

-Excelente trabajo - reconocí su valentía al bajar sola sin que nadie del inframundo se diera cuenta de ello.

-Gracias Zeus, espero sea suficiente para desatar la guerra entre ellos. - sonrió perversa mientras acortaba la distancia entre nosotros.

-Tu belleza y el don de la lujuria que posees son capaces de crear una guerra entre todos los hombres solo por poseerte. - sus manos me tocaron desde el brazo hasta los hombros.

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