Greek Battle

CAPÍTULO V

Juntos eran arrogantes y fuertes, no prestaban atención a las críticas de los demás Dioses, pero resultaba frustrante. Se encontraban en una gran disyuntiva, enamorarse para evitar las criticar o dejar que los demás envidiaran su amor, su lujuria y el poder de ambos. 

Narra Poseidón

No podía sacar a Atenea de mis pensamientos por más alejado que me mantuviera de ella y del Olimpo, mis labios recordaban su dulce sabor y mis manos anhelaban su tacto; no entendía el porqué ahora Atenea estaba tan presente en mí y tenía pensamientos encontrados, sabía que mi hermano Zeus había sido elegido por los dioses para mandar en el Olimpo, pero yo también tenía la capacidad de controlarlo yo podía ser un Dios supremo, y luego estaba Atenea ella había elegido a mi hermano, pero podía luchar para tener su amor, Zeus no podía estar solo con una sola Diosa todo el Olimpo lo sabía.

Me encontraba en mi trono, al ser Dios del mar no podía perder el control de mis emociones si sucedía eso el pueblo ateniense pagaría las consecuencias, al llenar sus tierras de terremotos y sus aguas de un caos incontrolable, así que debía enfocar mis pensamientos en el bien de Atenas.

Tenía todo controlado, las aguas llevaban un ritmo normal para que los viajeros llegaran con bien a su destino final, desde mi trono y con mi tridente podía controlar el vaivén de las olas, decidí viajar por mi reino para vigilar que todo estuviera en orden. Cuando estaba recorría mi reino un horrible pensamiento llego a mí, era Atenea siendo besada por mi hermano, las manos de Zeus recorrían el bello cuerpo de mi Diosa, mis pensamientos se nublaron y con fuerza tomé mi tridente haciendo un fuerte golpe en la arena que tocaba mis pies. Cuando abrí los ojos me di cuenta de lo que acababa de hacer, las olas comenzaron a subir su intensidad podía escuchar el agua golpeando con fuerza las rocas y los gritos desesperados de los tripulantes.

Me dirigí con rapidez a mi trono tomando el tridente entre mis manos para poder controlar las olas, pero era inútil no importaba la fuerza de mis pensamientos las olas no cesaban. Recurrí a Zeus él podía ayudar a que las aguas tomaran de nuevo su rumbo, así que enfoqué todos mis pensamientos para poder hacer llegar mi voz al Olimpo.

-¡ZEUS! ¡ZEUS! – Podía escuchar mi voz haciendo eco en el Olimpo, pero no escuchaba una respuesta de mi hermano.

-¡ZEUS ATENAS CORRE PELIGRO! – Por más que intenté pedir la ayuda de Zeus, fue imposible recibir una respuesta.

Corrí al centro de mi reino, sabía que entre más cerca estuviera del desastre sería más fácil poder controlarlo. Con ayuda de mi tridente podía ver las embarcaciones perdiendo el rumbo, con fuerza golpeé tres veces mi tridente en la arena las olas bajaron su intensidad, pero aún eran lo bastante fuertes y altas para las embarcaciones. Decidí subir un poco más a la superficie para poder llevar a las embarcaciones con sus navegantes a un lugar más seguro.

Una vez que logré poner a salvo a las embarcaciones me enfoqué en parar las olas, eran bastante altas y podías llegar al pueblo de Atenas poniendo en riesgo a los atenienses, golpeé con fuerza una roca para que aminorara la fuerza de las olas. Logré detener algunas de ellas, pero era bastante trabajo para mí solo, odiaba admitirlo, pero necesitaba la ayuda de Zeus para que controlara los movimientos de la tierra, así que una vez más traté de comunicarme con el Olimpo.

- ¡ZEUS! ¡EL PUEBLO DE ATENAS SUFRIRÁ UNA DESGRACIA! – Mis súplicas de ayuda eran inútiles, Zeus no respondía a ellas el poder que Atenea tenía en él era tanto que no escuchaba la voz de su hermano.

El tiempo parecía pasar lento mientras lograba controlar el mar y estaba tan enfocado en la fuerza de las olas que olvidé por un momento la fuerza de la tierra. El movimiento de las olas había sido tan fuerte que provocó que la tierra sufriera un terremoto bastante fuerte para el pueblo Ateniense.