» F r á g i l

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Kuroba Kaito estaba teniendo un serio dilema mental en cuanto fijó su atención en el precioso detective y sus bellas orbes de unos colores magníficos, aquellos cercanos a observar el cielo nocturno a través de ellos, y ese cuerpo de dioses que... Bien, ese no era exactamente el motivo por el cual el ladrón posaba su mirada en su crítico de arte favorito, sino más bien fue porque notó una pequeña curiosidad: la facilidad de Kudou Shinichi para astillarse.

Desde el momento en que se empezaba a explicar esto, siempre resultaba algo difícil y curiosa la manera en que las cosas encajaban para ellos. En el mundo las personas estaban hechas de gemas, a veces de las más fuertes, como el diamante, y otras veces de las más débiles, como el yeso. La verdad es que la dureza jugaba ese rol importante molesto para todo el mundo, el que a veces te dejaba tras una línea que tú querías cruzar. Los hechos de las gemas más débiles no podían optar por trabajos de peligro, o que involucrasen esfuerzo físico constante, mientras a las de mayor dureza se les daba todas las facilidades. La dureza era el indicador con que todos los tipos de gema contaban, si eras un zafiro, tu dureza aproximada podría ser de un nueve, y un diamante, que eran de diez. Mientras más dureza tenías con tu tipo de gema, más difícil era que te destrozasen, aunque la única forma de morir era que moliesen todos tus restos para que no pudiesen ser nuevamente unidos.

Después se encontraba en el estúpido campo social y político donde la gente comenzaba a realizar jerarquías raras y de discriminación, pero no era lo importante.

Kid era un ladrón que buscaba Pandora, sí, la que estaba encerrada dentro de las llamadas joyas Lurie, que eran usadas como objetos de admiración, y simplemente utensilios de presunción. Extraídas en su mayoría del interior de geodas, organismos inestables que no conseguían formar seres vivientes.

Realmente no era eso lo que estaba nublando su clara visión. Como antes mencionó, lo que estaba sacándole de casillas es que un oficial, que tropezó solo por accidente con el detective juvenil, había logrado astillarlo. Era un pequeño fragmento que se desligó de él desde el antebrazo, dejando ver por un instante su composición interior, el que de inmediato fue empolvado por el chico para evitar que nadie más lo notase.

Su maldita imprudencia era increíble, Kaito estaba resignándose a que su amor era un total zafado. En condiciones normales, una persona que en general rondaba la dureza tres, en su vida habría podido participar de actividades tan peligrosas como ese chico. ¡Dios! A Shinichi lo habían secuestrado, asaltado, casi asesinado, golpeado, e incluso disparado, ¡y estaba ahí, tan campante! El maldito de Hakuba Saguru era una ágata, con una jodida dureza de siete y aun así una vez habían conseguido quebrarlo entero.

Sencillamente era ridículo.

Hasta ese día jamás se había puesto a cuestionarse el tipo de gema que era su enamoramiento, habría apostado por un lapislázuli por el color de sus ojos y uñas, y por la tenacidad en sus acciones, y ahí estaba, descubriendo que aquel chico era a todas luces una crisocola, lo que le colocaba como persona fácil de dañar.

Imaginaba que sí el resto de la estación de policía se enterase, harían un escuadrón exclusivo para ese detective y su protección. No sonaba mala idea, lo único que delataba su enfado de ella era la parte de gente rodeando a Shinichi.

Bien... Esto no es lo que él debiera estar pensando a dos minutos de su atraco, por supuesto.

. . .

Kudou Shinichi era una persona ciertamente complicada. Él no era de aquellos que mentalizaba su debilidad, lo que era descuidado para un chico con la menor dureza incluso dentro de su propia composición. Él no entendía su maldita suerte, generalmente estaba obligado a llevarse artilugios para su reparación en caso de que algún loco intentara secuestrarlo otra vez, o bien un diamante muy idiota quisiera darle la mano. Era incómodo. No pasaba todo el tiempo mirando el tipo de gema que eran los demás, pero cuando un oficial hecho probablemente de algún cuarzo tropezaba con él y se desprendía parte de sí mismo, lo único que podía hacer era agradecer sarcásticamente a sus padres.

Frágil { Kaishin | Shinkai }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora