2: Camarera

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No había mucha gente en la calle y me pareció algo extraño ya que era un sábado por la mañana.

GreenHill era una ciudad cerca de las costas del norte, no tan espaciosa, llena de árboles y casas bastante decentes con entradas llenas de arreglos florales y sin rejas a su al rededor. Amaba su aspecto tranquilo y sereno, era un lugar ideal para cualquiera que escapase del bullicio y los problemas, exactamente como yo.

La esencia de GreenHill era la decoración de árboles, arbustos y el hecho de que no habían edificios por todas partes, quizá algunos como en el que vivíamos León y yo gracias a que no podíamos pagar el alquiler de una casa; luego todo el pueblo se trataba de plazas y colegios pequeños, locales diminutos de ropa los cuales eran dificiles de encontrar, negocios como florerías, cafeterías y bibliotecas, había un sólo hospital y un sólo cine viejo que quizá haya abierto sus puertas por primera vez en los 80 y del cual no se molestaban mucho en remodelar.

Me detuve en la parada de autobús mientras que me colocaba los auriculares en mis oídos, pero mi proceso se vio detenido cuando noté al otro lado de la vereda unas botas negras de infierno, pantalones rectos de color negro opaco, una camisa verde a cuadros y un gorrito de lana del mismo color que al parecer su función era ocultar los rulos desordenados que caían sobre los hombros de la joven que pronto se sentó a mi lado sin presentarse o decir una sola palabra.

Iba a hacerlo yo, pero de pronto llegó el autobús número 45 y ella se paró de inmediato para tomarlo.

De repente no supe qué demonios hacía allí sentado.

El rostro de la joven se volvió para dedicarme una sonrisa antes de ingresar al enorme vehículo, en realidad yo pensé que me regalaría una sonrisa, sin embargo me miró con indiferencia y entró en el bus.

¿Qué había sido aquello?

Dentro del autobús busqué esos ojos duros y fríos. Era muy hermosa, alta, morena y llena de bucles que parecían no tener a dónde ir más que dejarse caer y enrollarse los unos entre los otros.

El autobús frenó abruptamente y casi me estampo la cara contra el asiento siguiente. Me incorporé de inmediato al ver que esa cascada de rulos rebotaba hacia afuera.

Salté del autobús y este arrancó de inmediato. La morena caminaba con su bolso color marrón a toda prisa, no sabía a dónde quería llegar, así que corrí tras ella sin que me notase. Unas cuadras después y muy decidida, entró en una cafetería.

Dejé que pasaran algunos segundos e intenté espiarla desde afuera. Se veía tan natural con su conjunto, un par de bandejas en las manos cargadas de pedidos y su expresión sombría. ¿Qué ocultaría detrás de esa mirada neutra? Ni siquiera una sola sonrisa despistada... nada.

Me dispuse a entrar al café y me senté en una mesa a la espera de ser atendido.

Por el rabillo del ojo vi que ella se acercaba con una libreta y un menú, lo depositó en la mesa y levantó la vista.

—Me gustaría pedir un batido de frutilla y crema... —pero ella no me dejó terminar y cerró la libreta de golpe.

Fingió unas expresiones extrañas y severas.

—Lo siento, te volverá a atender mi compañero.

Su voz me sorprendió, creí haberla escuchado alguna vez.

—Espera...

Me quitó el menú que tenía en mis manos y se fue apurada hacía la cocina.

No entendía que demonios pasaba conmigo o... con ella ese día. ¿Acaso tenía mal aliento? ¿Era demasiado feo? ¿Estaba con la regla?

Un muchacho teñido de azul y con un aro en un orificio de su nariz llegó hasta la mesa, me volvió a entregar un menú, depósito un batido en mi mesa y me miró con cautela.

—¿Te apetece ordenar algo más? —preguntó.

—Una vida. —le dije arrugando la comisura de mis labios— Pero que esta vez venga sin la mierda, por favor.

—Una vida sin mierda marchando en seguida, ¿algo de postre? —rió. El muchacho carcajeó y palmeó mi hombro— Me llamo Trevor Frenchie, pero aquí todos me identifican por mi apellido. Es un placer...

—Denovick Morowizk.

—Interesante presentación. Te diremos Nick, a menos de que tengas un apodo mejor.

—Ese me gusta. —comencé a succionar el batido por su pajilla de madera— Hey, si no te molesta quería preguntarte sobre esa chica... tu compañera.

—¿La otra camarera?

Asentí con el licuado entre mis manos.

—Créeme, Nick, no querrás ni siquiera acercarte a ella.

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