Capítulo 1

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Loreley 

- Que alguien me diga que no me he vuelto a desmayar - dije en voz baja.

-Te has vuelto a desmayar - respondió Gabriel con una sonrisa.

  Suspiré, intentando esconder mi sensación de debilidad. ¿Cómo era posible que me desmayase tantas veces en un solo día?  

-¿Estás mejor? - preguntó Arael con voz tranquila.

-Sí, creo que me ha sentado bien soltar todos los nervios.

-¿Estás segura? - insistió Taiga, intentando de mala forma disimular la preocupación en su voz.

  Le lancé una de esas miradas que matan, así que entendió que aquel no era el momento adecuado para interrogarme.  

-¿Qué te parece quedarte un par de horas más en en observación? - la mirada del arcángel me hizo pensar que no iba a ser posible una negativa.

-Sin problemas.

  Tenía la vaga esperanza de que Taiga se quedase conmigo, pero no quería que el ángel también lo hiciera. Ni siquiera me acordaba de su nombre, ni si quería volver a hablar directamente con él. Se marchó sin dar ninguna explicación, y ya era tarde para ellas. Alguna excusa tendría preparada para que no pudiese enfadarme con él.  

-¿Puede quedarse Taiga? - intenté imprimir en mi voz y mis ojos la confianza que sentía por ella.

-Claro. Los dos se pueden quedar si quieren.

Tuve que controlarme para no gritarle que no quería la vacía compañía de aquel tipo. Cuando estaba a punto de responder, alguien me cortó.

Vaya, vaya. Parece que alguien no quiere recuperar a su amigo perdido. Escuché en mi cabeza.

No era la voz de ninguno de los presentes, así que miré a los dos ángeles en busca de alguna respuesta. Parecía que no se estaban dando cuenta de nada.

¿Quién eres? ¿Qué haces dentro de mi cabeza? Inquirí con decisión, ignorando su pregunta indirecta. No quería que nadie tuviese acceso a mis recuerdos. Si quisiera que mi vida fuese pública, estaría circulando por alguna red social o blog.

¿De veras es tan malo que esté dentro de tu cabeza? Su tono de voz comenzó a irritarme bastante. Sentí como si estuviese burlándose de mí o de mi falta de confianza de manera casi sutil.

¿A ti te gustaría que me metiese en tu cabeza? Le espeté con mal humor. ¿Quién se creía que era?

Saldrías huyendo a la primera de cambio. Además, lo hago por ti. Me pareció terriblemente pedante.

Por algún motivo, miré al ángel sin nombre expulsando mi odio por todos los poros de la piel que tenía al descubierto. Aunque puso cara de inocencia, estreché los ojos para mostrarle mi desaprobación. Gabriel pescó al vuelo mi mal humor.

-Bueno, será mejor que los dejemos solos - le dio unos toques a su superior con el codo.

El otro asintió con la cabeza, le puso una mano en el hombro al ángel con cariño y se dirigió a la puerta mientras me miraba con reproche. Me pregunté con un resoplido y enfado qué era lo que había hecho mal en aquella ocasión.

Vamos, no puedes enfadarte con ellos. Esos angelitos de alas impolutas sólo intentan protegerte. Se creía que lo sabía todo de mí, lo que me hartó.

¿Te sabes mi vida de memoria? Estaba realmente molesta en general, así que descargué mi ira con él porque me ponía los nervios de punta. ¿Y de qué quieren protegerme, Einstein?

Una Lágrima de Sangre en la OscuridadWhere stories live. Discover now