Recuerdos de plata

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Un viejo papel descolorido volaba por las huemdas calles de tokyo para terminar chocando contra la cabeza de Daichi. Este tomo el anuncio con suavidad y se dejo llevar por su suave tipografía, recordando esa antigua fecha festiva a la cual nombraba.  Prometiendo luces en el cielo y comida en la mesa.
El terror de los perros y el sueño de los niños.

Aún recordaba esa noche durmiendo con su perro en un inutil intento de tranquilizarlo.
Los años habían pasado para el y se había acostumbrado a esa decantada soledad. Tampoco es que esa festividad fuera muy importante en Japón.

Dicen que hasta las falsas carcajadas son un alivio para el alma ¿Pero de que sirve fingir normalidad si no había nadie a quién mentirle?
Para Daichi, la vida era como nadar en un pequeño estanque de carpas. Siempre en círculos iguales, ningún día diferente al anterior. Aveces las carpas le mordisquean levemente las piernas, pero el agua es tan turbia que no puede recordarlas.
Sin embargo la comida insulsa y las ampollas en los pies no llegan a ser insoportables, evitando que trate de ahogarse en las profundidades.

A pesar de su monótono presente, Daichi aún mantiene vestigios de su pasado.
Los tiene guardados en un bolsillo y los observa en las noches de insomnio. Tiene otro poco en un tarro de perfume, de esa marca que se ponía en su adolescencia, y lo usa para aromatizar las mañanas mas decadentes.
Pero su retazo mas preciado lo tiene escondido dentro de una pequeña cajita color azul, en el cajón de las medias debajo de una revista de voley. 

A enredado los hilachos de recuerdos dulces y cálidos en un ligero anillo de plata.
Un anillo que también encierra una vieja promesa y un dolor corrosivo que le nace en el pecho cada vez que visita su tumba.
Pero para esos encuentros nunca lleva sus retazos.

Ese anillo es dolor pero también pasado y Daichi lo usa para las cenas mas vacías. Para días como ese donde la soledad estancada es la única forma de describir su pesar.  Donde suelta un par de risas huecas  para esa compañía tan especial y así alivianar su alma.

Porque cuando se pone ese anillo, esa reliquia tan preciada, lo vuelve a ver.
Jura que lo ve entrar por la puerta con su eterno kimono azul. Su pelo blanco se torna de colores con las luces del cielo y sabe que no esta loco porque su perro también calla.

Se desvela con su voz de melancolía y siente el éxtasis si se le permite tocar sus suaves dedos.  Se encandila con sus ojos iluminados como luciérnagas en noche de luna gibosa.
"Ojos de luna" lo llama y aprisiona el sentimiento en la lengua.
Porque hace mucho que no pronuncia su nombre mas que para entrar al cementerio a dejar flores amarillas. Porque disfruta cada segundo que tiene el anillo sabiendo que el recuerdo no durara mucho mas en su mente.

Y se jura que Suga Koushi esta sentado a su lado y no en lo profundo de un féretro.

Mas Alla Del VoleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora