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Como trabajo final, parte de los reportajes que se incluirán en la semana del catorce de febrero de este año, a mi querido editor se le ocurrió la genial idea de designarme una investigación bastante inusual, si es que así quieren verlo, y es que hablar de la virginidad masculina es un tema poco hablado y mucho menos mencionado que en el caso de las mujeres; pero es más bien un poco irónico que precisamente a mí me tocara escribir sobre este tema, pero es mi trabajo y tengo que hacerlo, aunque me cueste un poco el poder terminarlo.

Antes de continuar debo presentarme ¿No? Me llamó Cha Hak Yeon, tengo 27 años, curso actualmente mi último año en el postgrado de la carrera de periodismo y junto a la universidad, trabajo en un pequeño periódico el cual solo se distribuye en esta ciudad y como dato curioso, soy virgen.

Debo decir que mi verdadera pasión siempre ha sido escribir y lo hago prácticamente desde que tengo uso de razón. Este siempre ha sido mi sueño y el que lo haya podido hacer realidad, es algo que me tiene prácticamente en las nubes desde que entregué mi primer borrador como columnista de la gaceta que se emite los domingos.

Pero yo sé perfectamente que lo que los motivo de seguir leyendo, no es lo poco que acabo de compartir con ustedes sobre lo que me encanta escribir, sino más bien dos palabras en específico.

Soy virgen.

Quien iba decir que incluso escribirlo me iba a costar, porque bueno, todo el mundo asumé que, por ser ya un adulto, vivir independiente y tener un trabajo honorable, quiere decir que ya no tienes nada de que preocuparte. Pero en mi caso eso no es algo que me deje sin dormir, es más bien una situación reflejo de las circunstancias de la vida.

Digamos que mi situación actual es solo rotatoria, porque eventualmente en algún momento dejaré de serlo... espero. Y aunque parezca increíble más por el hecho de ser hombre, eso no me ha impedido tener una vida plena ni me ha quitado el sueño.

Les cuento — si es que quieren seguir leyendo —, digamos que todo se remonta a cuando tenía cerca de 7 o 8 años, tiempo en el que tu único interés es poder salir a jugar con los demás niños de tu calle, o como en mi caso practicar mi escritura repasando los libros de poemas que mi madre tenía en una repisa abandonada. Un día cual si fuera iluminado, ante mi apareció lo que aún considero una imagen digna de una conmoción, no recuerdo su nombre porque nunca lo llegué a saber, pero lo que no olvido son sus ojos — uno era de color verde y el otro azul —, toda una rareza que en ese momento no sabía lo que era, pero que consideré la cosa más increíble a mi corta edad, y ustedes se preguntaran de qué rayos estoy hablando, pues bien les estoy describiendo mi primer efímero encuentro con el amor, con un niño que tenía heterocromía.

Por supuesto para ese entonces, si no sabia ni siquiera bien la tabla del tres mucho menos sabía lo que era el amor, pero es que yo realmente estaba totalmente cautivado por los ojos de ese niño, a tal grado que prácticamente me desvivía por terminar mi tarea con rapidez para poder salir a verlo, aunque fuera por unos minutos. Aunque todo terminó un par de meses después, tiempo en el que me enteré de que el niño aquel, solo estaba visitando a sus tíos y cuando se marchó, un pequeño golpe fue lo que mi corazón recibió.

Posteriormente — gracias a las conversaciones que llegué a escuchar de los adultos de mi casa — la inquietud sobre el mencionado amor comenzó a formarse con mayor intensidad en mi interior; ya saben, cuándo llega el tiempo en el que los niños dejan de ver a las niñas ya no como amigas, sino como posibles parejas. Debo admitir que yo siempre creí que estaría listo para aquello, e incluso me llegó a emocionar el encontrarme en esa etapa, pero resulta que no fue de una niña de la que enamoré sino de otro niño. Y aclaro, el que sea gay tampoco tiene nada que ver con que yo aún no haya dado el paso.

Virginidad [Vixx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora