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Odiaba la idea de subirme a aquella moto pero aún así aquel chico que acababa de conocer parecía alguien en quien confiar y a decir verdad así fue. No paso nada malo como me lo había imaginado, todo lo contrario ya que en un abrir y cerrar de ojos estábamos a un par de cuadras de mi casa. Esta era diferente a las demás casas del vecindario, en comparación con las otras mi casa era un poco más alegre en el sentido de colorida. Desde fuera se podía apreciar la naturaleza que sin duda era lo que la hacía destacar de las demás, estaba rodeada de árboles enormes y de plantas que poseían flores de colores hermosos. Nada en aquel vecindario era tan atractivo como aquello.
Cuando estacionamos le agradecí por haberme traído y nos despedimos con ganas de volvernos a encontrar otra vez en aquella librería o quizás en algún otro sitio sin haberlo planeado antes.

Durante el viaje el pequeño perro se había dormido por lo que lo tuve que cargar en mis brazos hasta llegar a la puerta de entrada.
Esperaba encontrar a mis padres viendo una película en el sofá como siempre lo hacían después del trabajo, pero al verlos profundamente dormidos supe que habían quedado exhaustos de tanto trabajar.

Después de arropar a mis padres como ellos solían hacer conmigo cuando era pequeña y tenía miedo de quedarme sola en mi habitación fui hacia mi pieza para poder descansar también.
Sin duda alguna debía hacerlo porque al día siguiente por su puesto, como toda pijamada por la noche nos íbamos a quedar platicando.  







Buscando mi propio final felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora