KIRTAN MEDRES

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Las calles de la ciudad de Taria estaban vacías esa mañana. Las noticias de la caída del fuerte Virianti no se habían hecho esperar y el pánico había comenzado a generalizarse. Esto se complementó con la noticia del sitio a la Ciudad del Lago, algo que ayudó aún más a expandir el pánico que producía la guerra.

Los sectores más humildes habían comenzado a tapiar sus puertas y ventanas. El comercio se había detenido pues todos intentaban guardar la mayor cantidad posible de alimentos en caso de un largo sitio.

Los artesanos, en especial aquellos herreros que trabajaban con destreza el metal, se habían puesto a las órdenes del rey y estaban reparando armaduras y armas a toda velocidad, para así ayudar en la defensa.

Los nobles de la ciudad habían decidido contratar a algunos rufianes para que les sirvieran de guardia personal. En algunos casos, éstos fueron los mismos que los golpearon y robaron, reacción espontánea ante el miedo a la muerte.

En el castillo, las puertas habían sido tapiadas de tal manera que nadie pudiera ingresar o salir, órdenes del mismísimo rey, quien camuflaba su miedo con una medida de seguridad para trabajar día y noche en pos de la defensa de la ciudad. Esto no era del todo mentira, pues la sala de guerra era el lugar donde podían encontrar al rey, junto con su nuevo consejo de guerra, durante la mayor parte del día.

La sala era una austera habitación de cuatro metros de largo por cinco de ancho, con un techo alto de madera y unas paredes pintadas de verde musgo. En el centro había un gran tablón en el cual se desplegaban una serie de mapas de las distintas regiones del reino, pero el lugar central estaba reservado al gigantesco mapa del reino de Rhondia, y sobre él había distintas figuras que representaban la disposición de los ejércitos.

Junto a esta mesa podía uno encontrar al rey Rikko III junto a su tío y mano derecha, Terrik. También estaba allí Soren Est Brum'a, el elfo del bosque que había traído a sus tropas y luego había sido traicionado por su hermano, el nuevo enemigo del reino. También estaba Carión, el semi-orco líder de "Las Bestias del Rey". En la sala también estaban Kirtan Medres, invitado por Carión, y el elfo oscuro Ileth Unwil, a quien había mandado a llamar el rey. Tanto Kirtan como Carión desconfiaban de él, pero las órdenes de su rey habían sido claras. En el caso de Carión, la desconfianza era más una forma de rebelión que un problema real. Todavía no perdonaba al rey haberle mandado a llamar a la capital para estas reuniones, que ocupaban muchísimo tiempo, en vez de dejarle a cargo del fuerte Virianti durante el asedio, algo que le había prometido en un primer momento, para luego quitárselo.

La única ausencia notoria era la de Thoriq Helmsdeep, el enano cuyo ejército aún no había llegado, y sin el cual no vencerían. Su precipitada salida había sido en favor de la preparación de un ataque en conjunto con la mitad del ejército enano que había sido desviado por las inclemencias climáticas y geográficas de las montañas del norte.

Todos miraban el mapa y observaban con detenimiento los datos que Carión proporcionaba sobre la ubicación y preparación de los ejércitos. Las veces anteriores, se habían reunido para delegar las tareas de refuerzo de la muralla y almacenamiento de la comida, el racionamiento y la situación interna. Ésta era la primera vez que hablaban acerca de los números reales de los soldados que intervendrían en el conflicto, un tema de máxima importancia al momento de pensar la mejor manera de defender la capital.

- Como vemos aquí – decía el semi-orco – Nuestras fuerzas se han dividido en las tres murallas de manera pareja para controlar los desmadres que se están llevando a cabo en la ciudad. El pánico se ha esparcido como una gripe, y esperamos que las tropas ahora apostadas puedan contener la situación.

Ariantes: El Hijo del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora