ULOG GRO-BASH

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Ulog Gro-Bash, el gran líder de los orcos, caminaba tranquilamente por los restos quemados de la ciudad de Zarix. Las llamas y el humo ya se habían dispersado del todo, y los restos habían sido removidos, a fin de que, en caso de un ataque, las numerosas tropas orcas pudieran movilizarse velozmente por todo el terreno. El Alergus ya se había marchado con unos diez mil elfos, que se sumarían a las tropas que él ya había enviado a tomar el sur. Sus fuerzas se habían reducido con el envío de tropas al este, pero con el aporte Fe-Gun, todavía tenía una gran superioridad numérica.

El ejército invasor había quedado dividido en dos grandes masas. Kineth Vol-Guin tenía a su disposición diez mil soldados Fe-Gun, además de cuatro mil quinientos orcos y algunos goblins. Por su parte, Ulog contaba con veintidós mil soldados Fe-Gun y cuatro mil quinientos orcos, sin contar a los goblins.

Para no despreciar a su aliado, Ulog le había otorgado el liderazgo de la conquista del este, aunque había enviado también órdenes a Kurra y Larca de que reportaran todo aquello que hicieran los Fe-Gun. Los reportes habían sido frecuentes y Ulog había quedado conforme con las noticias.

El Alergus no era un gran militar, pero sus tropas tenían fe ciega en él, y eso garantizaba que le seguirían, puesto que eran las órdenes que les habían dado.

A su lado, Kerel Feldür, su maestro, caminaba en silencio. Su andar parecía más cansino que de costumbre. Evidentemente, el hechizo para convertir a los caballos en Huargos le debilitaba considerablemente. Había realizado un hechizo por día, y su cuerpo se notaba debilitado. Cuatro días habían pasado desde la madrugada de la destrucción de Zarix, y todavía no habían marchado hacia el norte. Las armas de asedio acababan de llegar.

Marcharían a la mañana siguiente. Los preparativos ya estaban en marcha: un regimiento de mil elfos quedaría en la muralla, junto con trescientos orcos que quedarían detrás para utilizar la ciudad como gran prisión.

Un elfo se acercó deprisa hacia Ulog con una reverencia y le acercó tres cartas, para inmediatamente dar media vuelta y retirarse. Ulog observó a Kerel, pero no dijo nada, fue el elfo quién se acercó y comenzó con la conversación.

- Léelas tú – comenzó – luego cuéntame que es lo que dicen.

- Maestro, ¿estás bien? – preguntó Ulog preocupado – No pude evitar notar que...

- Estoy bien, sólo que estoy más viejo de lo que aparento. Pero estaré bien. Mañana marcharé junto a vos.

Ulog hizo una leve inclinación de cabeza como gesto de afirmación y se dirigió hacia la habitación que había tomado en el palacio de la ciudad.

Hizo antes una parada en la parte más alta de la muralla, para controlar los movimientos del fuerte Virianti. Ya había notado que los rhondos estaban al tanto de lo que sucedía en el sur. Las tropas estaban moviéndose por el fuerte a un ritmo constante. Habían también enviado un destacamento a ayudar luego del incendio, y cuando no recibieron noticias debían de haberse dado cuenta de lo que sucedía. Ulog había dado órdenes de eliminar cada pájaro que sobrevolara el cielo, cortando toda comunicación con la capital. Se quedó unos instantes admirando el paisaje antes de internarse en su habitación.

A pesar del incendio en el palacio, la estructura había quedado en buenas condiciones. Ulog se sentó en una silla con respaldo alto y tomó la primera carta, era de Kurra.

"Gorlak Ulog.

Hace dos días llegaron las tropas del Alergus Kineth. Gracias a la superioridad numérica que nos proporcionaron sus tropas pudimos tomar el Fuerte Ziguuris sin mayores problemas. El Alergus intentó ponerse al frente del asedio, pero me encargué de tomar las decisiones importantes; sus tropas le obedecen como si fuera un dios, pero no tiene mucha idea de la guerra.

Ariantes: El Hijo del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora