Hijo de la Noche

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  "... Far away from the land of our birth
We fly a flag in some foreign earth
We sailed away like our fathers before..." 
 

        Mis botas de cuero marrón tropezaron con el tocón de un árbol, y estuve a punto de quitarme los auriculares de un manotazo.  Delante de mí, Illia se giró de un golpe de melena.

        -Serás torpe -dijo deteniéndose-. ¿Estás bien?

        Asentí, enseñándole el dedo medio. Ella rió y continuó a mi lado, a la par que dejaba las notas de Iron Maiden rozándome la piel del cuello.

        La llamada de Illia de ayer tenía que ver con el hecho de que estuviésemos un martes a las seis de la tarde caminando por un pequeño bosque que había cerca de mi casa. Illia llevaba su cámara de fotos colgada del cuello, una Nikon D3400 que tenía toda la pinta de pesar bastante, sobre una blusa color amarillo mostaza y unos vaqueros azules. Por mi parte, yo llevaba un elaborado vestido blanco suelto y el pelo peinado en desordenadas ondas. Ella iba a hacerme fotos, y ayer me había llamado para decirme que tenía un nuevo proyecto y que necesitaba una modelo.

        Illia combinaba sus clases con un trabajo como fotógrafa en el que le pedían continuamente proyectos para diferentes encargos. Su madre dirigía un estudio que de pequeño no tenía nada y donde combinaba edición y fotografía, e Illia era una de sus colaboradoras. Por ejemplo, si una tienda de ropa de Hills pedía algunas fotos artísticas de alguien llevando sus prendas, se contrataba a alguien que hiciese de modelo y se hacían las fotos. Y la modelo de Illia era yo.

        Tiré incómoda de la cuerda dorada que me rodeaba el torso bajo el pecho. El vestido era largo, pero vaporoso y demasiado ligero para un noviembre moribundo. Al fin, Illia se detuvo. Ayer había oído hablar de un sitio en el bosque para hacer buenas fotos, y estaba deseando ir conmigo a probarlo. Se trataba de una zona algo apartada, con unas grandes rocas lisas cubiertas de maleza y un riachuelo correteando bajo sus pies. 

        Mi amiga me mandó quitarme las botas y los calcetines. Me dio una fina pulsera de cuentas para el tobillo y una diadema de flores pequeñas de color rosáceo. Con aire experto, rodeó el lugar hasta dar con el sitio perfecto: un pequeño hueco bajo una de las rocas más grandes. Allí fue donde me senté, colocándome la diadema en el pelo. 

        -Los pies, en el agua. No demasiado -me ordenó.

        Poco a poco, fui introduciendo los dedos en el riachuelo que corría débilmente. La luz naranja que atravesaba las copas de los árboles se iba introduciendo cada vez más en el claro con la caída del Sol, hasta dar con mi casi descubierta espalda, produciéndome un suave cosquilleo e iluminando mis hombros. La cámara de Illia actuó con inmediatez, con un sinfín de clics a mi alrededor, como una aureola de sonido. Mi cuerpo permanecía quieto, pero mi mente volaba por entre aquel mágico momento en el que me veía a mí como una criatura más del bosque, un ser al que mi amiga no dejaba de fotografiar.

        La luz comenzó entonces a descender gradualmente en intensidad, hasta que el naranja de mi aureola fue mutando a un lila rosado. Me había convertido en una Hija de la Noche, y mi vestido blanco era una nota de inocencia, de color puro y débil sobre la oscuridad de la espesura. Alcé los ojos y entonces, lo vi.

        Alguien nos observaba. Una figura oscura surgió entre los árboles. El destello de unos ojos verdes me dio a entender que se trataba de un chico, cuyas afiladas facciones denotaban cierta sorpresa al vernos. Al verme. 

       -Illia -susurré-. Nos observan.

       -¿Qué? -mi amiga se giró bruscamente, pero cuando sus ojos enfocaron en mi dirección, ya no había nadie.

LuftmenschDonde viven las historias. Descúbrelo ahora