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Thomas acaba de llegar hace una semana.

Justo el día de nuestro último show con los chicos (yo siempre estaba de colada). Apenas llegó y nos sacó a Charles y a mí nuestros celulares.

Ahora estamos en el lugar dónde será el show, en una prueba de sonido que durará un montón ya que los chicos son muchos, y esta vez tendré un lugar como invitada especial, no haré de segunda voz de Charles y Joey.

Para matar el tiempo me pongo a hablar un poco con Charles.

—¿Haz hablado con Sophia?—le pregunto, mirándolo.

Tengo la cabeza apoyada en su regazo mientras mis piernas cuelgan del respaldo del sillón.

—Sólo por Skype hace unas horas.—se encoge de hombros.

Le golpeo en el brazo.—Auch.

—¿Por qué no me dejaste hablar con ella?—gruño.

—Estabas en el baño.—gruñe igual.

—Esa no es excusa...—empiezo a regañarle, Joey entra a la sala con la frente brillando con un poco de sudor, camina hacia las botellas de agua y abre una, está usando unos pantalones deportivos.

Oh cielos, malditas hormonas.

—¿Le estás mirando el trasero a Joey?

El nombrado me mira rápidamente con la boca entreabierta y yo le mando una mirada mortífera a Charles.

Me levanto enfadada. Esto no está pasando, esto no está pasando.

Maldición que sí lo está.

—¿Puedes dejar de avergonzarme alguna vez, Charles?—le grito sin contenerme, ahora estoy aún más cabreada.—Te pasaste esta vez, de veras.

Salgo de la habitación y cierro de un portazo. Me detengo en una baranda del segundo piso, con vista al escenario de abajo.

Mi cara está roja en este momento, por vergüenza y enfado. Charles me las pagará.

Estoy muy sensible y hormonal por la maldita regla, ¿por qué nadie me entiende?

Olvídenlo. Yo no soy sensible. Nunca.

—Oye, ¿estás llorando?

Doy un respingo con una mano en el pecho por el susto. Luego le lanzo un puñetazo a Thomas en el hombro.

—Hey, tranquila.

—Eres un desgraciado.—balbuceo con las mejillas mojadas. Me apresuro a limpiarlas con la manga de mi sudadera.

—No voy a levantarte el castigo si sigues así. —canturrea.

Oh Dios, es cierto. No me conviene lanzar mis mierdas hormonales a Thomas cuando tiene mi móvil. Y el de Charles.

—No es mi culpa, estoy en mis días del infierno.—digo fingiendo una voz inocente.

Él hace un gesto de comprensión con el rostro.

—Ohhh, ahora todo tiene sentido.—asiente con la cabeza. Ruedo los ojos.—Siempre pasan cosas raras cuando estás en esos días.

Cálmate, Alex, cálmate. No puedes ser dura con él, es tu hermano, tu hermano imbécil, pero da igual.

—Está bien.

Me mira confundido.

—¿Qué?

—Que está bien, tengo que empezar a aceptar que soy la única cuerda de la familia.—le sonrío con sinceridad y le doy un apretón de manos.

Niega con la cabeza y ríe. Me abraza de repente por el cuello y me revuelve el cabello.

—Hey, hey, hey, ya deja.—lo reprendo.

—Te quiero hermanita, aunque estés más loca que todos.—me saca la lengua.

Es de familia.

—Cállate, ¿quieres?—digo riendo.

Se da media vuelta para irse pero de repente se gira.

—Por cierto, tienes prueba de sonido en cinco minutos.—me avisa. Suspiro de alivio, estuve esperando eso toda la mañana, no sé porque se tardan tanto.—Compartes escenario con Joey.

Creo que esto no podía ser peor.

little gitnick;; joey birlemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora