Me desperté sobresaltada, pronto me di cuenta que solo había sido un sueño. Miré el techo, un cielo pintado hacía ya unos años atrapó mis pensamientos. La lluvia repiqueteaba en los cristales y el brillo de la luna le hacía compañía. Me removí entre las mantas y llevé una mano a mi espalda, justo entre los omóplatos, nada. Solo una pesadilla... pero demasiado real. Las lucecitas del despertador me deslumbraron unos segundos, las seis de la mañana. Era sábado, no tenía que ir a la universidad. Me pasé una mano por la frente sopesando si levantarme o volver a dormir. Tardé cinco minutos en decidir que hacer.
La lluvia caía sobre mí mientras corría por el parque, me preguntaba si el gimnasio estaría abierto a esas horas. Necesitaba despejarme. Creí ver una sombra entre los árboles, seguí corriendo. 6:30. Ya estaba cerca de mi destino cuando cayó un rayo, la sombra otra vez. Frené con el pulso a cien por hora. Los pulmones me ardían mientras me acercaba al lugar donde la había visto. Estaba a cinco pasos, cuatro, tres, dos... Un perro salió entre los árboles hacia la dirección en la que yo había venido lo que arrancó un grito de mi garganta. Me di la vuelta y continué como si no hubiera pasado nada. Llegue a la puerta del gimnasio a las 6:37. Estaba abierto. Entré y me escurrí como pude el pelo, dentro el aire estaba caliente y a parte de la lluvia no se escuchaba nada. Me acerqué al mostrador a saludar al pobre desdichado que le tocase trabajar a estas horas. Un pelo rojizo oscuro y una espalda ancha me dieron los buenos días. Carraspeé para llamar su atención.
-Buenos días.
El chico se giro sonriente.
-¡Buenos días! que madrugadora... ¿Zenda?
-¡Mark! ¿Qué haces aquí?
Mark había sido mi mejor amigo durante el instituto, sin embargo se había ido hace un par de años al ejercito. Su padre le obligó a marcharse para que, según él, "se hiciera un hombre". No nos habíamos visto desde entonces. Él salió de detrás del mostrador y me abrazó, había cambiado mucho, al menos físicamente.
-¿Cuándo volviste?¿Por qué no me avisaste?¿Has vuelto para quedarte? ¡Cuánto has cambiado!
-Tranquila - contestó entre risas - volví hace un par de días, fui a tu casa ayer pero no estabas. Y sí, en principio, estoy aquí para quedarme, ya terminé las prácticas.
-Te he echado de menos - le volví a abrazar.
-Y yo a ti canija.
Le iba a mirar incrédula ¿canija? hasta que me di cuenta que había crecido... mucho. Me sacaba más de una cabeza. Le di un codazo y fui hacia las escaleras.
-¿Sesión de entrenamiento? como en los viejos tiempos - preguntó.
-Claro ¿pero no tienes que quedarte aquí?
-No creo que sea necesario, a estas horas ¿Quién va a venir?
Subí las escaleras hacia el vestuario. Había demasiado silencio. Escuche como Mark encendía una cinta y empezaba a correr. Llegué a los vestuarios, tercera planta. Saqué las cosas de la mochila y me quité la ropa mojada, estaba terminando cuando escuché una ducha encenderse. No había entrado nadie. Respiré, una, dos y tres veces. Decidí asomarme. Estaba llegando cuando se encendieron las luces solas, me sobresalté, intenté mantener la calma. Empezaron a parpadear y más duchas se abrieron cuando una sombra salió de detrás del muro arrastrándose por las paredes. La observé unos segundos. La miré, me miró. No tenía cara solo ojos, claros, más que la nieve. Y entonces se lanzó hacia mí. Me di la vuelta y empecé a correr, me escondí entre dos filas de taquillas. Escuchaba a esa cosa entre los casilleros, buscando desesperada a su presa, yo. Aguanté la respiración. Se estaba acercando, la vi asomarse por un lado de las taquillas.
Mierda.
Alguien llamó a la puerta y la sombra se desvaneció.
-Zenda ¿estás lista? como no salgas ya, me voy a hacer viejo esperando- Mark.
-Sí... ya salgo.
Parpadeé un par de veces mirando incrédula la esquina donde acababa de desaparecer la criatura. Me incorporé, me deshice de esos pensamientos y salí.
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Juego De Ángeles
Fantasy-Te he estado buscando durante mucho tiempo. -No... no se quién eres. -Lo recordarás. Un escalofrío recorrió mi espalda al ver las garras dibujadas en la pared. No podía ser real. Un chillido me perforó los tímpanos y supe que ya estaban ah...