VIII

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Los dos jóvenes estaban muy callados, arrodillados para usar una banca del hospital como mesa. Él doblaba el pedazo de papel con delicadeza y mucha paciencia. Ella tenía un poco más de trabajo en doblar el papel tal y como indicaba Yusséf, pero eso era lo de menos, ambos se divertían mucho repitiendo el procedimiento para que Milagros aprenda a confeccionar la rana de papel. Mucha gente──incluso médicos y enfermeras── que pasaban por su lado los miraban extrañados, algunos niños que jugaban por allí se acercaban divertidos para descubrir lo que estaban haciendo. Al final ambos lograron obtener la figura al mismo tiempo.

──¡Flaquita, lo lograste!── dijo el joven entusiasmado.

Milagros sonreía al ver que después de tanto trabajo consiguió hacer su propia rana de papel. Casi por instinto ambos se pusieron de pie y se abrazaron, Milagros tembló al recordar que hace un tiempo atrás era una muchacha arisca, incapaz de acercarse a las personas──en especial los hombres── y abrazarlas como lo hace con Yusséf.

Se separaron de inmediato per sus miradas seguían cruzándose, él acariciaba su rostro, Milagros se retiró un par de veces hasta dejar que le acaricie con delicadeza su mejilla, esas caricias erizaban su piel, pero sentía una sensación propia del primer amor, su primer amor.

──Te amo── confesó Yusséf provocando que Milagros inclinara el rostro intentando esconderla. Era la primera vez que alguien le decía esas frases de afecto, pero algo en su interior le decía que aquel muchacho de ojos claros y sonrisa sincera le decía la verdad. La pregunta que vagaba en su mente y que seguramente deseaba hacer era “¿porque?” si ella no hizo nada especial para que se fijara en ella.

──¿Y tú?── la pregunta heló su sangre, pero comprendió que no podía ocultar más sus sentimientos, a quien se estaba engañando era a ella misma, sentía algo especial por él, ese sudor inconsciente, las cosas revoloteando en sus entrañas, la emoción y el temblor que sentía al pensar en él, al escucharlo habla, solo podía significar una cosa, que lo necesitaba a  su lado, si eso era el amor pues estaba convencida de que era eso lo que sentía por Yusséf. Al final asintió totalmente convencida.

Yusséf la atrajo hacia su pecho e hizo recostar la cabeza de su amada en su pecho, acariciaba sus cabellos y con el otro brazo la rodeaba dándole protección. Así se sentía ella, protegida por Yusséf, era agradable mirarlo a los ojos, sentir sus caricias y sus labios besando los suyos.

Yusséf reconoció al padre Erasmo que estaba entrando por la puerta principal. El hombre se acercó a los jóvenes enamorados a toda prisa.

──¿Cómo está Adrián? ── preguntó a Yusséf, seguro de que sería el quien le daría una respuesta.

──Nada padre, aún no hay noticia.

El sacerdote asintió y dirigió su mirada a la muchacha que ahora tenía una expresión sería, su vida estaba llena de tantas emociones que olvidó por un momento el motivo por el cual estaban allí.

──Milagros ¿quieres orar por la salud de tu padre? ── preguntó Erasmo.

La muchacha asintió, luego el cura indicó que lo siguiera, Milagros tomó de la mano a Yusséf y lo jaló a su costado, quería en ese momento su compañía, no toleraba que se aleje mucho de su lado.

La capilla en el hospital era muy pequeña, nada parecido a la catedral que Milagros visitaba de vez en cuando ni al lugar donde escuchó misa por primera vez gracias a su amigo sacerdote. El cura comenzó poniéndose de rodillas en el suelo, frente al sagrario, con serenidad llamó a sus acompañantes para que siguieran su ejemplo.

──Disculpe, padre. Pero no soy bueno orando── se disculpó Yusséf llegando a su lado.

──No importa── se dirigió esta vez a los dos, al advertir que Milagros estaba en la misma situación──. La mejor oración que puedes hacer no es ni corta ni larga, sino sincera. Háblale a Dios como tú amigo, no teman en hacerlo, simplemente háblenle.

Milagros (Serie Amar -Te Duele 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora