Era un sábado muy silencioso y frío, cerca de las cuatro de la tarde, ella se levantó con mucho dolor de la cama, cubriendo su cuerpo desnudo con una sábana blanca, intentó dar un paso pero un fuerte dolor en el bajo vientre la inmovilizó por un instante, obligándola a inclinarse un poco y conteniendo el llanto, buscó primero con la mirada la ropa que estaba regada por la habitación, mientras que el tipo que estaba acostado y cubierto con las demás mantas, la miraba con una sonrisa burlona y maliciosa. Solamente encontró un pantalón desgastado y una blusa azul percudida, se inclinó a recogerlos cuando un dolor desgarrador la obligó a ahogar las lágrimas, se tumbó muy despacio de rodillas para recoger la ropa interior que estaba debajo de la cama y haciendo un gran esfuerzo se puso nuevamente en pie, ajustando la manta que se le resbalaba por el cuerpo. En silencio, se dirigió al cuarto de baño, cerró la puerta con seguro, estando allí se quitó la sábana y observó en un espejo grande y sucio su cuerpo adolescente, la redondez de sus senos, sus caderas que empezaban a ensancharse cada vez más, entonces maldijo sin mover los labios el día en que nació mujer.
Se vistió lo más rápido que pudo, pensando en su padre y lo mal que lo trataba, recapacitó entonces como muchas niñas de su edad podían hacer su vida normal, tenían padres amorosos, jugaban, paseaban con sus amigos, hacían cosas tan normales que ella nunca llegaría a hacer, una vez que había terminado de vestirse, se lavó las manos y la cara, examinó con cuidado su labio rajado y la mejilla amoreteada, se arregló el largo cabello negro de manera que pueda cubrir su rostro, su orgullo no le permitía mostrar la violencia que había experimentado, recordó que en alguna ocasión alguien le había dicho que tenía una mirada muy tierna, eso era cuando todavía estaba muy pequeña, ahora no, todo había cambiado, observó sus ojos tan negros como aquella noche en la que empezó todo el infierno que le tocó vivir y percibió un aire de rencor, una mirada curtida que solo se alimentaba de odio, observó nuevamente su débil y ultrajado cuerpo, lo pensó dos veces antes de salir, pero finalmente se armó de valor y abrió la puerta del baño y avanzó a paso firme.
Afuera, le esperaba un hombre visiblemente mayor que ella, tenía el cabello cano y muy escaso, brazos fuertes y anchos como los de un oso, se había terminado de vestir, y se levantó haciendo chirriar el catre con la intención de impedir el paso de la joven.
──Te dije que si te portabas bien conmigo, todo iba a ser más fácil── le dijo tomándole fuertemente del brazo y con voz calmada ── verás que para la próxima será mejor, claro, si tu cooperas.
Le alzó el mentón hasta quedar a la altura de la boca y le dio un beso que la muchacha rechazó con un empujón. Ambos se miraron a los ojos, ella le lanzó una mirada llena de furia y asco.
──¿Piensas que soy un mal nacido? ¡Porque no lo dices!── replicó el hombre burlándose de ella── anda, porque no haces un intento de decirme que soy un hijo e' puta.
Empezó a reír mientras la joven en respuesta le escupió en los zapatos.
Automáticamente él paró de reír y la miró nuevamente a los ojos.──Esta vez te la paso, niñita, pero es la última, la próxima desearás no haber nacido.
Luego de esto, la adolescente salió a paso firme sin importarle el dolor que empezaba a intensificarse por todo el cuerpo.
Milagros, no había conocido a su madre, su padre le había dicho que la abandonó porque no quería una hija muda, por esa causa, la puso a trabajar desde muy niña vendiendo caramelos en las calles o pidiendo limosna a unas cuantas cuadras de la plaza de armas de la ciudad de Huamachuco, a esa edad todo era mucho más fácil para ella, pero a medida que iba creciendo, era más difícil llevar dinero a la casa, no pasó mucho tiempo para que a su padre se le ocurra una manera más fácil de conseguirlo. Una noche en la que ella preparaba la cena, su padre llegó junto a un hombre mayor, que la observaba de pies a cabeza mientras ella trataba de ocultarse.
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Milagros (Serie Amar -Te Duele 1)
Historia CortaMilagros era una chica menuda, su hacia cabellera le llegaba a escasos centímetros de la cintura. Milagros sentía verguenza de si misma, cubría sus rostro con sus cabellos. Milagros vivía sumergida en el silencio, no conocía el amor y odia su propia...