Corazón de Humano.

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Ya todo había terminado.

Naraku había muerto.

Kikyo recibió una segunda oportunidad en la vida.

Kohaku ya es libre.

Todo había calmado.

Menos dos personas que solo esperaban, esperaban pacientemente.

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Una bella adolescente de unos quince años corría de un lado a otro, con una gran sonrisa plasmada en su rostro y un gran ramo de flores en sus brazos.

—¡Sesshomaru-sama! ¡Sesshomaru-sama! —llamaba la joven de cabellera oscura.

Ella siguió corriendo hasta que sus ojos cafés detectaron la cabellera plateada del lord. Él se percató de su presencia y se giro hacia la adolescente que le sonreía.

—me alegra mucho de volver a verlo —dio una leve reverencia y mostró el ramo —elegí estas flores... ¡¿Podemos ir?! —las últimas palabras lo había dicho con gran entusiasmo y un brillo en sus ojos cafés.

El taiyōkai vio a la niña y asintió, ya que él también quería ir a ese lugar. La pequeña solo rió feliz de volver a ir a ese lugar.

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Ambos sobrevolaban los cielos, uno a cuenta propia y el otro montado en un dragón de dos cabezas. La menor abrazaba a la bestia y miraba como los árboles se movían rápidamente en el suelo.

—¿cree que estará feliz de volvernos a ver? —preguntó ella y lentamente su mirada se perdió a la nada.

El yōkai solo cerró sus ojos y no dijo nada, hasta que aterrizaron frente a un gran bosque.

—es un buen lugar para estar —dijo la joven adentrándose al bosque y inmediatamente fueron rodeados por unas luces de varios colores.

Ellos no dijeron nada y lo dejaron pasar, hasta que empezaron a guiarlos hacia el lugar donde ambos quería ir.

Los pasos resonaban por todo el bosque y se podía ver como el bosque parecía más vivo que lo normal. Hasta que llegaron frente a una pequeña laguna, un laguna que no hacía contraste con el bosque. Una laguna congelada.

La joven caminó hacia la laguna y se arrodilló frente a éste.

—buen día señorita Kagome —saludó ella a la vez que dejaba el ramo de flores —espero que hoy también se encuentre bien...

Una cálida ráfaga la rodeó y cerró sus ojos, queriendo interpretar la respuesta de la joven.

(recuerdo)

Rin miró como entre los árboles salía el daiyōkai, solo y sin compañía alguna.

—¿y la señorita Kagome? —preguntó la niña con suma preocupación.

Él miró a la niña y rápidamente empezó a caminar hacia la dirección contraria del bosque. La pequeña Rin no entendía que estaba pasando y sin decirle nada a su protector, corrió hacia el bosque. Corrió buscando respuestas.

La pelinegra se detuvo y tomó aire, para después mirar a su alrededor, buscando a la sacerdotisa de melena azabache. Pero en ese lugar solo había nieve, solo la nieve blanca que cubría el suelo y los árboles a su alrededor.

Rin caminó entre los copos de nieve hasta que sus ojos se toparon con algo inusual y sus oídos empezaban a escuchar algo conocido.

El hada veraniega se había enamorado de un humano, un humano que le correspondió sus sentimientos. Un humano que también se había enamorado del hada veraniega.

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