El atardecer en el delta los había cautivado desde el primer día que lo vieron. Sebastián y Melina solían sentarse en el sillón de mimbre que se encontraba en la terraza de la cabaña para observarlo. Él la rodeaba con sus brazos a la vez que ella reclinaba la espalda sobre su pecho mientras veían como todo cambiaba de color a su alrededor dándole un toque mágico al lugar. El cielo se tornaba rosado, el verde de la vegetación oscuro y el sol, a lo lejos, se perdía lentamente detrás de los frondosos árboles reflejando sobre el río los últimos rayos de luz.
Hacía una semana que se habían instalado allí y aunque las circunstancias no eran las mejores, irónicamente jamás se habían sentido tan felices. Melina había descubierto que Sebastián tenía una personalidad fuerte, era dominante y controlador, pero a su vez noble, generoso y tierno. Jamás perdía la paciencia con ella cuando le pedía una y otra vez que la dejase hablar con sus amigas a pesar de saber que no debía. Siempre se mostraba comprensivo y tenía un gran sentido del humor.
Desde la primera noche juntos, no había dejado de sorprenderla. Solía tener pequeños detalles, como regalarle una flor del jardín o bien ir al puerto por la mañana solo para comprar un mate y la yerba que a ella le gustaba y así despertarla con el desayuno en la cama. La contenía y animaba cada día brindándole toda su fuerza cuando la encontraba cabizbaja pensando en su hermano, y la hacía olvidarse de todo cada vez que la tocaba.
Melina no pudo evitar abrirle su corazón y dejándose llevar por los fuertes sentimientos que había empezado a sentir por él, le contó cosas de su vida que nadie sabía. Le habló de sus padres, de sus experiencias amorosas, de sus temores y sus sueños, y a pesar de que él aún no lo había hecho, le confesó que lo quería.
Sebastián no se reconocía a sí mismo. Nunca antes había llegado tan lejos con una mujer y a pesar de que hacía poco tiempo que estaba con ella, el sentimiento que lograba despertarle era poderoso, intenso. Lo hacía desearla como a ninguna otra y desde el día en el que había ido a buscarla, no podía evadir el repentino e incontrolable miedo a perderla que lo embargaba.
Se había vuelto adicto a su presencia, a sus caricias, a sus besos. Le gustaba su risa tan fresca y natural, la cual trataba de provocar cada vez que podía solo para oírla. Se sentía atraído por su fuerte y definida personalidad, le gustaba que no fuese capaz de ocultar sus emociones y aunque su impulsividad podía llegar a ser un problema, la consideraba todo un desafío.
Admiraba su increíble imaginación y su capacidad para volcar en palabras todo lo que su inquieta mente creaba. Prueba de eso era la atrapante historia que había comenzado a escribir y que alcanzó a leer sin que se diera cuenta, una vez que se quedó dormida. Disfrutaba escucharla hablar de su infancia y adolescencia junto a su hermano y abrazarla en la noche cuando despertaba llorando, extrañándolo. La consolaba con tiernas palabras, besos y caricias hasta que ella se volvía demandante desatando su propio deseo.
Ahora que estaba a su lado día y noche, no podía entender cómo alguna vez había podido siquiera vivir sin ella y eso comenzaba a asustarlo. Sentía que poco a poco iba perdiendo el control de sus emociones, a la par que crecía su necesidad por ella.
Adoraba la forma en la que se retorcía de placer debajo suyo y el sonido de su nombre pronunciado entre gemidos cuando todo en ella estallaba. Lo volvía loco su sabor y la sensación de completo éxtasis que le provocaba estar en su interior. Amaba sus besos tiernos después del sexo y la timidez que la embargaba nada más terminar.
Había comenzado a sentirse posesivo con ella. De hecho, la sola idea de pensarla con otro hombre lo desesperaba provocándole ganas de desfigurar a quien se atreviese siquiera a mirarla. ¡Dios! Tenía que controlarse si no quería enamorarse de ella. Eso, suponiendo que aún no lo estaba.
ESTÁS LEYENDO
Tras su promesa
RomanceLibro 1 Serie Secretos. ♡ Una noche, en medio de una tormenta, Melina recibe la inesperada visita del mejor amigo de su hermano y, con esta, una impactante noticia. Sebastián le informa que ambos son agentes del Servicio de Inteligencia y que, duran...