Epílogo

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Una vez más se encontraban en el hospital, pero ahora para el nacimiento de su bebé. Todo se había desencadenado muy rápido y en pocas horas, Lucía había llegado por fin a sus vidas. Los enamoró al instante con su pequeño rostro redondo de rosados y gordos cachetes. Era realmente preciosa y sus ojos, de un azul diferente al de la mayoría de los recién nacidos, auguraba que podrían llegar a ser iguales a los de su padre.

Melina miraba, embelesada, cómo Sebastián la paseaba por la habitación cantándole suavemente en un intento por calmarla y hacerla dormir. No podía creer todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Unos días después de la propuesta, se casaron al aire libre en el delta —donde había comenzado su historia de amor— y se quedaron en la misma cabaña unos días para disfrutar de una corta, pero maravillosa, luna de miel.

A pesar de que su embarazo no había comenzado de la mejor manera, continuó sin mayores complicaciones. Pronto vendieron el departamento de Sebastián para comprarle su parte a Mariano y que así la casa fuese de ambos. Su libro fue publicado comenzando a tener mucho éxito y la relación entre ellos terminó por consolidarse logrando que su amor se volviera aún más profundo de lo que ya era.

De repente, Mariano, Victoria y Facundo entraron en la habitación emocionados por conocer a la nueva integrante de la familia. El flamante y orgulloso tío la tomó en brazos y se dirigió hasta el sillón que se encontraba junto a la cama para sentarse y poder contemplarla.

—Dios, Mel. Es igual a vos cuando eras chiquita —dijo con voz temblorosa.

—Ay, Nano. Me vas a hacer llorar.

—Creo que ya es tarde para eso —señaló Sebastián con una sonrisa mientras le limpió una lágrima que caía por su mejilla.

Facundo, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, se acercó a su padre para observar de cerca a su prima. En cuanto tocó su pequeña mano, ella la cerró con fuerza atrapando su dedo. Él, sorprendido, abrió grande los ojos buscando con la mirada a su madre.

—¿Viste cómo te agarró? Te está saludando —le dijo Mariano mirándolo, divertido—. Para mí que sabe quién sos.

—Es una bebé, papá. No me conoce todavía —respondió con seriedad provocando que todos rieran.

—¿Te gustaría sostenerla?

El nene asintió con una gran sonrisa y siguiendo las instrucciones de su padre, se sentó en su lugar sujetando a la bebé con firmeza. Victoria se sentó a su lado y por precaución, colocó sus manos por debajo de las de su hijo.

—Hola, Lucía —le dijo Facundo mientras le depositó un beso en la frente—. Sé que ahora sos muy chiquita y no podés, pero cuando crezcas voy a jugar con vos y te voy a cuidar como papá lo hace con mamá, o tío Seba con tía Mel. Soy tu primo y no voy a dejar que te pase nada malo.

Mariano y Victoria se miraron al instante, sorprendidos y orgullosos a la vez de la forma en la que le había hablado.

De repente, Lucía comenzó a inquietarse en sus pequeños brazos y pronto, largó un fuerte alarido.

—Tranquilo, campeón. Solo tiene hambre —dijo Sebastián mientras la alzó en brazos para llevarla con su madre.

Melina se acomodó en la cama y colocó a Lucía sobre su pecho para comenzar a amamantarla. Con un dedo le acarició su suave rostro mirándola con absoluta admiración. ¡Qué extraño y a su vez hermoso era sentir cómo su hija se alimentaba de ella!

Sebastián, a su lado, las contemplaba a ambas con una sonrisa. Como ya le había dicho la noche en la que le propuso matrimonio, jamás había siquiera imaginado lo que sería enamorarse. Nunca pensó que podría amar a una persona más que a sí mismo. Sin embargo, ahí estaba, perdidamente enamorado de su mujer y de su pequeña hija.

Nada lo había preparado para lo que estaba viviendo en ese momento. Desde el primer instante en el que la sostuvo en brazos, sintió que todo su mundo se daba vuelta y de repente, nada más que ella importó. Lucía era su bebé, era parte de él y el fruto de su fuerte y profundo amor hacia Melina.

Como si la hubiese llamado, en ese momento, ella alzó la vista para mirarlo con esos ojos tan tiernos que lo enamoraron desde mucho antes de que estuviesen juntos. Los mismos brillaban expresando absoluta felicidad y plenitud. Le acarició el rostro acomodándole un mechón de su cabello detrás de su oreja y le sonrió. Había pasado por muchas cosas malas a lo largo de su vida, pero ya nada de eso importaba. Todo había cambiado tras su promesa y ahora ya era tiempo de empezar a disfrutar.

Mariano, de pie junto a la ventana, los observaba con una sonrisa. Su hermana, a quien tantas veces había tenido en brazos, finalmente era mamá. Se sintió orgulloso de ella, pero también de sí mismo. Siendo muy joven había tenido que hacerse cargo de ella sin siquiera saber cómo hacerlo. Pero habían salido adelante. Sabía que había cometido errores, quizás muchos, y muchas veces la había sobreprotegido demasiado, pero no se arrepentía de nada. Volvería a hacerlo una y mil veces más, si el resultado sería verla así, feliz con su propia familia.

También estaba muy orgulloso de Sebastián. Desde hacía años que era su mejor amigo y la persona en la que más confiaba. Era consciente de que él también se había equivocado al principio. Sin embargo, supo reivindicarse y a pesar de no haberlo tenido fácil siendo perseguido por un pasado lleno de horribles traumas, había logrado superar los obstáculos que le impedían ser feliz.

De repente, los brazos de Victoria envolviéndolo desde atrás, lo sacaron de su ensimismamiento. Se giró hasta quedar de frente y la abrazó con fuerza.

—Quería esperar a llegar a casa para decírtelo, pero ya no aguanto más —susurró ella contra su pecho.

Él se separó solo un poco para poder mirarla a los ojos.

—¿A qué te referís?

—Hace días que tengo sospechas y esta mañana me hice la prueba. Estoy embarazada, Nano.

—Vicky... —alcanzó a balbucear, emocionado.

Ella lo miró a los ojos exhibiendo esa sonrisa que siempre lograba derretirlo.

—Vas a ser papá de nuevo, amor.

Al oír eso, Mariano la sujetó del rostro con ambas manos y la besó con intensidad. A continuación, apoyó su mano sobre el vientre de su mujer y con lágrimas en los ojos, le dio las gracias por hacerlo tan feliz.

Justo en ese momento, Melina alzó la mirada hacia ellos. Cuando sus ojos se encontraron con los de su hermano, no hubo necesidad de palabras. Ambos compartieron una sincera y cálida sonrisa. Hacía apenas un año, solo eran ellos dos. Ahora él había conseguido su propia familia, la cual parecía estar por ampliarse y ella... ella no podía pedir nada más.

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¡Y llegamos al final!
En el siguiente apartado podrán ver los personajes 😍

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