Capítulo 8

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Alivio

Una vez superada su vacilación inicial, para deleite de Sirius, Remus demostró ser un entusiasta converso en el arte de besuquearse. Dos o tres veces al día, Remus lo apartaba por momentos fugaces que dejaban a Sirius débil de rodillas, mareado y completamente feliz. Cualquier momento a solas con Remus sin haber pasado besándose las caras era, en opinión de Sirius, un momento perdido. Remus solo tenía que llamar su atención para hacer que Sirius jadeara con entusiasmo.

Pero fue solo en esos momentos fugaces, cuando ambos sabían que no había tiempo, que Remus parecía cómodo besando a Sirius. En las tardes cuando Peter tenía coro y James estaba con el equipo de rugby, Remus estaba asustado de dejar que Sirius se acercara demasiado. Sirius entendió la renuencia de Remus, y trató de no sentirse frustrado por eso. Quería tocar a Remus y ser tocado a cambio, pero solo si Remus también lo deseaba. Por lo tanto, se tomó el trabajo de respetar la necesidad de espacio de Remus, nunca arrinconarlo o agarrarlo, dejándolo dar el primer paso, y siempre dejándole un escape por si lo necesitaba.

Poco a poco, Sirius recordó por qué había disfrutado pasar el tiempo en compañía de Remus, incluso antes de que comenzaran a besuquearse. Le gustaba Remus, y no solo estéticamente. Le gustaba hablar con él y escuchar sus pensamientos. Le gustaba hacer reír a Remus. Eran amigos. Sirius nunca antes había imaginado algo así. En esas tardes tranquilas se sentaban, cada uno en su cama, hablando en voz baja. Algunas veces sus dedos se unían, o sus pies se empujaban unos a otros entre las camas, una consilación entre la comodidad del tacto y la necesidad del espacio.

"¿Tu familia realmente no sabe que eres gay?" Preguntó Sirius, una tarde gris a principios de diciembre cuando el cielo se llenó de lluvia afuera de la ventana.

Remus negó con la cabeza, pasando el pulgar sobre los nudillos de Sirius. "No encontré ninguna razón como para decirles."

Sirius estaba sorprendido. Remus usualmente hablaba con cariño de su familia. Nunca había considerado que las familias cercanas pudieran tener secretos el uno del otro. "¿No crees que querrían saberlo?"

"No es tan simple, ¿verdad?" Remus suspiró. "Probablemente pensarían que se debe a... lo que sucedió. Una cosa más de la que se culparían a sí mismos, ¿sabes? No es exactamente una discusión que me gustaría tener."

"¿Crees que es por... eso?" preguntó Sirius. Siempre había supuesto que la gente nacía prefiriendo a uno u otro, o a ambos, si eran tercos codiciosos como Dorian Gaveston. El mismo Sirius nunca había tenido el más mínimo interés en las chicas.

Remus frunció el ceño. "No creo que funcione de esa manera. No te pasó nada, y te gustan los chicos.''

"Cierto." Sirius miró sus manos, sosteniendo las de Remus, su dedo índice trazando el final de una cicatriz rosa que el puño de la manga de la camisa de Remus no cubría del todo. "¿Por qué hiciste eso?"

Las manos de Remus se crisparon como si pudiera apartarlas, luego sus dedos se cerraron sobre los de Sirius, impidiendo cualquier exploración adicional.

"A veces", dijo lentamente, "se siente como si hubiera tantas cosas dentro de mí y que podré estallar si no hago algo. Cuando me corto, siento que lo estoy dejando salir. Supongo que a veces ayuda.''

El aliento se enredó en la garganta de Sirius y alzó la vista de sus manos unidas a la cara de Remus. "¿Lo has hecho antes?"

En respuesta, Remus soltó las manos de Sirius y desabrochó el puño de su manga izquierda, empujando la tela de regreso a su codo. Su antebrazo estaba marcado con cicatrices finas, viejas y nuevas. Fuera de la ventana, las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear. Sirius se mordió el labio y vacilantemente extendió un dedo para trazar las duras líneas. Remus no se apartó, pero Sirius sintió un temblor recorrerlo cuando sus dedos acariciaron una arruga blanca y brillante del tamaño de una moneda de cincuenta peniques en el exterior de su muñeca.

Una cura para pesadillas [wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora