He de amarte

Quiero poseerte.

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Akira Toriyama y Toie Animation.

Por: Ary_Lee y VidianRed

...

Avanzó con dificultad el camino que todavía le restaba para llegar hasta la nave. Su cuerpo se encontraba muy lastimado, tanto que, para su propio asombro, no entendía cómo aún era capaz de enfocar gran porcentaje del entorno en el que se hallaba. Los músculos de todo el cuerpo le imploraban por un descanso, al tiempo que sus pulmones exigían cada vez más el preciado oxígeno y las heridas parecían recordarle que no habría una pronta recuperación.

En cualquier momento el total de su peso cedería en el suelo y no faltaría mucho más para perderse en la oscuridad del desfallecimiento. Estaba a punto de caer inconsciente, podía sentirlo.

—Vamos, Bardock. Tenemos que volver.

Tooma se acercó hasta él y se encargó de ayudarlo a caminar, de otro modo Bardock no hubiese logrado continuar de pie en la trayectoria. Ambos estaban heridos, pero a diferencia del encargado de aquel escuadrón, Tooma no era nunca tan impulsivo; era un hecho que las acciones que su viejo camarada realizó ese día conseguirían que por lo menos él llegase con vida a Vegeta. Fue la primera vez que Bardock sintió real y verdadera envidia.

Era consciente de que la insensatez le llevó hasta aquel límite, y no podía más que hacerse responsable de las decisiones que tomó. Eso era él y no daría marcha atrás; no podía, de cualquier modo. Lo único que le restaba hacer era intentar llevar su cuerpo hasta el planeta que le vio crecer, por lo menos para que Gine no se preguntase por su paradero sin obtener respuestas. Lo que fuese, pero no iba a quedarse tirado en esas malditas tierras ajenas.

Gine tenía que ver lo que sucedió con él, aun si lo hacía sólo para decirle «te lo dije».

...

—No lo entiendes, Gine —le dijo, sonando tan fastidiado como se sentía.

Enseguida tomó la armadura y se la pasó por encima de la cabeza, cubriéndose de tal manera el torso.

—No, no lo entiendo. —Le vio pasarse la mano derecha por la frente, como si se encontrase desesperada—. ¿Por qué te empeñas tanto en hacerlo?

—Porque puedo.

—¿Puedes? ¿Realmente eres honesto contigo?

Bardock dejó de ajustarse la armadura para, al instante, enviar una fría mirada a la saiyajin.

—¿Crees que no soy capaz?

Y entonces le escuchó soltar el aire con pesadez.

Su joven compañera parecía en serio estar meditando lo que le respondería, y a él nada pudo enfadarle más que eso. Gine no creía en él.

De buenas a primeras, y con toda la molestia que se permitió sentir en ese preciso instante, no dudó en arrebatar el rastreador de la mano de Gine y llevárselo de inmediato a la oreja izquierda, dispuesto a marcharse en cualquier momento.

—No sé qué demonios has estado pensando sobre mí en todo este tiempo.

A punto estuvo de salir de la vivienda que compartía con ella, pero se quedó un momento quieto al ser jalado de la muñeca derecha por las dos manos de la menor.

—No lo hagas, Bardock.

—¡Basta, Gine! —le levantó la voz; y al mismo tiempo se zafó del agarre—. No puedes impedir que lo haga.