Obsesionarme

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Disclaimer: Los personajes pertenecen a Akira Toriyama & Toei Animation © No tenemos fines de lucro.

Capítulo 4. Obsesionarme.

By: Ary Lee & Vidian.

Cuando Gine apareció en su vivienda para informarle que abandonaría el escuadrón y que jamás volvería a involucrarse en algo como eso, su primera reacción fue encogerse de hombros y mirarla como si aquello no le interesara en lo más mínimo. En cierta forma, así era. Si lo apreciaba con la cabeza fría y desde un punto de vista netamente laboral, Gine jamás había sido un aporte realmente valioso, más allá de ayudarles a rellenar una vacante vacía, su estadía en el escuadrón generó más problemas que beneficios. Era exasperantemente débil, manejaba escasas habilidades de luchas y en más de una ocasión se negó a seguir sus órdenes, sin mencionar aquellas instancias en las que, —en frente de todos— se atrevió a cuestionarle.

En definitiva, Gine no estaba hecha para ser una guerrera.

Su corta estadía en el equipo estuvo marcada por errores constantes y torpezas desquiciantes, había sido un verdadero lastre al momento de entrenar o aprender cualquier técnica, ella jamás podría adaptarse a ese ritmo de vida y no porque se negase a intentarlo, simplemente se debía a que eso no formaba parte de su naturaleza.

Para él tampoco fue fácil de comprender, que una saiyajin no mostrase deseos de hacerse más fuerte era algo atípico y bastante inusual.

La primera vez que entrenó junto a ella y uno de sus golpes más básicos la mandó directamente al suelo, no pudo evitar sentirse desconcertado, principalmente porque no lograba entender cómo era posible que una saiyajin de su edad fuese incapaz de esquivar un ataque tan básico. Pero eso no fue lo que más le perturbó, lo que logró impactarle en serio, fue verla en el piso, tratando de incorporarse mientras le miraba con vergüenza y cierto ápice de odio.

Como a la mayoría de los de su raza, aquella sensación de superioridad debió resultarle reconfortante, incluso graciosa, debió burlarse de su patético rendimiento o dedicarle un simple vistazo despectivo, debió hacer cualquier cosa, menos lo que estúpidamente hizo.

Aún recordaba la expresión de su rostro, la forma en que sus ojos grandes y negros se abrieron sorprendidos cuando se aproximó a ella y le extendió una mano para ayudarle a levantarse.

Miró la palma de su mano y en silenció rememoró la extraña corriente que sintieron sus dedos cuando ella aceptó su ayuda y las extremidades de ambos entraron en contacto.

Era ridículo, pero un simple roce de pieles había cambiado su vida por completo. Aquello que se suponía un saiyajin no debía sentir, acababa de hacerse presente con el simple hecho de haberla tocado.

En su momento no lo notó, separó su mano de ella tan rápido como pudo y arruinó el único gesto amable que había mostrado con alguien tras decirle que, si no se tomaba los entrenamientos en serio, la próxima vez iba a golpearla mucho más fuerte.

Por supuesto, aquello habían sido palabras muertas.

La primera misión en la que Gine los acompañó, su desempeño fue totalmente nefasto, de no haber sido por las incontables ocasiones en las que él y sus compañeros le defendieron, su destino más certero y probable habría sido la muerte.

Con el pasar del tiempo, esa situación no cambió. Su rendimiento nunca mejoró, de hecho, ella iba de mal en peor. Hubo una misión en la que ni siquiera usó su energía, pues mientras lloraba y exigía que la dejasen volver, sólo se limitó a observar como destruían aquel planeta. Su maldita vulnerabilidad y esa benevolencia tan impropia de un saiyajin, no hacían más que enfurecerlo. A Gine no parecía importarle que en medio de la batalla, todo se estuviese destruyendo tras sus espaldas, lo único que hacía era llorar y gritarles que se detuvieran. Nunca había deseado abofetearla tanto como en ese momento, estaba dispuesto a sacarla de su estado de histeria, pero cuando se dispuso a hacerlo, sencillamente no pudo, ella le miró suplicante y eso bastó para jalarla de un brazo y protegerla de los múltiples escombros que comenzaron a caer sobre ambos.

He de amarteWhere stories live. Discover now