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Los chicos se despidieron y cada uno se fue para su respectiva casa.

[...]

Eddie iba caminado por la calle Neibolt Street, con su mano en la boca produciendo ruidos.
Estaba cerca se la casa 29 de la calle Neibolt. Aquella casa deteriorada por el tiempo, de ahora un color negro, con ventanas y puertas tapadas con tablones de madera, un árbol pequeño sin hojas como si estuvieran en invierno y un césped marchito, descuidado, y con pequeñas flores amarillas.
El chico la mira de reojo, se siente observado. Su reloj lo saca de sus pensamientos hacia esa horrible casa, hora de tomar su medicina. Lo apaga y abre su cangurera. Escucha el sonido de una puerta rechineante, levanta la mirada y la dirige hacia la casa, podía escuchar a alguien llamarlos " - oh, Eddie, ¿qué estás buscando? - ". Eddie avanzó rápido, con las manos temblando abrió la cangurera y sus medicamentos calleron. Un "- oh, rayos. -" sale de él, rápidamente re agacha y de manera desesperada los recoje pero una mano sucia se interpone entre él y sus medicamentos.

- ¿ Creés que esto pueda ayudarme, Eddie? - pregunta la persona

El chico suelta un grito al ver el rostro de aquel sujeto. Cara deformada, babeante, su nariz no se apreciaba y un ojo con un derrame. Eddie asustado se arrastra marcha atrás por el suelo, eso lo persigue cojeando y gruñiendo. Se levanta y comienza a correr internándose en el patio trasero de la casa 29.
   Corre, se cae, se levanta y vuelve a correr.
   Llega al final del patio, una cerca lo separa de la calle. Empieza a buscar, desesperado, una forma de salir de allí.


Ayuda. — grita el niño asustado

   Se da vuelta revisando si eso se encontraba aún detrás suyo pero ve a una persona sosteniendo globos rojos que estaban formando una pirámide invertida. Los globos suben dejando ver a un payaso, pelo rojizo, ojos amarillos, cara pintada y dos líneas rojas que cruzan por sus mejillas hasta pasando sus cejas.

    El payaso sonríe ampliamente de forma macabra.



— ¿A dónde vas, Edds? — le pregunta este

  
   Su voz era rara, oh sí que lo era.


— Si vivieras aquí ya estarías en casa — sonríe —. Ven con los payasos, Edds. Vas a flotar aqui, todos flotamos aquí. Sí, todos.— ríe


   Una risa rara y espeluznante. El chico se da vuelta desesperado y empuja la cerca de alambres un poco hasta que encuentra una abertura. Cuando logra pasarla escucha los globos reventarse, se da vuelta y ve que el payaso ya no está allí. Se para y sigue corriendo hasta su casa.




~


La chica Marsh se encierra en el baño y con la postal en manos se sienta en la bañera. Lee el poema y sonríe. Se queda sentada unos minutos más en la bañera. Se escucha como gotitas de agua caen y una voz susurrando la llama: — Beverly. —
L

a chica extrañada mira hacía el lavamanos.

— Ayuda, Bev, ayuda — dice la voz —. Ayúdame, por favor. Todos queremos conocerte. Beverly — las voces se van multiplicando —. Todos flotamos aquí abajo. — la chica se acerca y traba de ver por el agujero si encontraba algo

— Hola,  ¿quienes son? — pregunta la chica asustada

— Soy Verónica. Betty Ripsom. Patrick Hockstertter — dicen las diferentes voces —. Acércate,  ¿quieres ver? Flotamos. —


     La chica sale del baño y sin hacer ruido toma el centímetro que tenía su padre sobre la mesa del living, vuelve al baño y empieza a estirarlo hasta su punto límite. Al notar que es muy profundo lo sube, a la mitad algo tironea hacia abajo, la chica aplica fuerza y ve mechones de cabello con sangre en ellos atados en el centímetro. Ese mechón de cabello salta y se amarra a la muñeca de la chica,  ella suelta un grito. Varios mechones de cabellos salieron del agujero amarrando su otra muñeca, cuello, cabeza y piernas.



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