Capítulo 2

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La pelirroja corrió emocionada hacia Bianca, agarrándole del brazo alegre y exclamando:
- ¡Es mañana, es mañana!
Bianca sonrió y le respondió con tranqulidad:
- Lo sé, lo sé.
- ¿Tienes algún regalo? -preguntó Sofía sonriente- Espero que sea algo chulo -soltó una carcajada-. Al fin y al cabo, será mi quinceañero.

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Me desperté por culpa de un extraño ruido. Pensé en dormir más, pero al ver el enorme reloj del cuarto, decidí que ya era hora de levantarse.


Eran las 6 de la mañana. Me levanté con algo de cansancio, pues la noche anterior, los demás y yo nos quedamos jugando hasta muy tarde. Caminé cuidadosamente hacia mi mochila, para no despertar a nadie. Me cambié de ropa, y, tras hacerme una tostada y devorarla en tres bocados, salí.

Siempre fui un amante del aire libre. La fresca brisa mañanera me hacía sentirme nuevo, y me daba las energías que necesitaba durante el día. De pequeño me encantaba pasear por los prados, oler las flores y tirarme al verde pasto, boca arriba, observando el cielo nocturno volverse celeste poco a poco, haciendo que la luna abandonase el lugar para darle paso al sol. Pero claro, en la isla no había ningún prado. Como sustitución a ello, iba todas las mañanas al campo de fútbol; me tumbaba en el pasto, y cerraba los ojos relajado.

Y claro, esta mañana no iba a ser diferente. Sonreí y comencé a caminar hacia el campo, pero algo rozó mi pálida piel y me provocó pequeños escalofríos por todo el cuerpo. Me giré y me encontré con la apacible mirada de Bianca.

- Lee, ¿qué haces despierto a esta hora? Pensé que ya habías dejado de madrugar.

Me encogí de hombros y miré al cielo, suspirando:

- Sigo madrugando. Es una costumbre que jamás olvidaré.

- ¿Ibas a ir a la cancha de fútbol?

- Ah, sí.

- ¿Puedo ir contigo?

Bajé la mirada y observé su rostro. Una bonita sonrisa había aparecido en éste; sus ojos brillaban con emoción y sus labios formaron una tierna sonrisa.

- Oh, claro -me giré rápidamente y comencé a caminar a mi ritmo, el cual solía ser despacio-. ¿Y tú, cómo es que estás despierta ahora? -me giré y por sorpresa, me la encontré justo a mi lado, a muy pocos centímetros de mí. Me puse algo nervioso, por lo que dejé de mirarle y moví mi rostro al frente, tratando de pensar en otra cosa.

- Bueno, digamos que... -soltó una pequeña risa y siguió caminando a mi lado- Me despertó un ruido bastante raro. Luego quería volver a dormirme, pero fuiste bastante ruidoso al vestirte -rió-.

- ¿D-de verdad? -me rasqué la nuca avergonzado- Lo siento, no era mi intención mantenerte despierta.

- No te preocupes, me agrada estar contigo.

- Y a m-- s-sí, y... ¿y se despertó alguien más? -le miré curioso-

- No, nadie.

Caminamos por un rato más hasta llegar al campo. Cuando llegamos, nos tiramos al pasto de primeras. Nos pasamos mucho rato ahí, descansando, soltando pequeños temas de conversación a ratos. Tras una media hora tumbado, Bianca me preguntó:

- Oye Lee, ¿es cosa mía, o el suelo se está moviendo?

Y era verdad. No nos habíamos dado cuenta antes, pero había un pequeño temblor que agitaba todo el campo.

- No, tienes razón -me senté sobre el pasto y le miré confuso-. Se mueve. Es como.... Un temblor.

- ¿Deberíamos preocupa-?

- ¡Bianca, Lee! -una alegre chica apareció a unos pocos metros de distancia, en la entrada del campo. Pelirroja, animada. Era Sofía.

- ¡Sofía! -Bianca se levantó feliz, y me ofreció una mano para levantarme. Le sonreí y cogí su mano, levantándome de un salto. Luego, giré mi cabeza hacia Sofía, que se acercaba corriendo hacia nosotros.

- ¿Qué hacéis por aquí a estas horas? Bueno, eso da igual. ¡Mirad! -estiró su brazo, dejándonos ver una bonita cadena que tenía en su muñeca. Era plateada, y en una placa decía su nombre, Sofía- ¿A que es bonita? ¡Me la ha regalado Sebas por mi cumple! -nos miró sonriente- ¡Por mi quinceañero! ¿Os gusta?

Ambos nos miramos, sonrientes, y miramos a Sofi asintiendo.

- ¡Es muy bonita! Jo, ahora estoy celosa, ¡yo también quiero una!

Los tres reímos tras el comentario de Bianca, y Sofi dijo:

- ¡Tranquila! Él te regalará una por tu quinceañero, ¡estoy segura!

- Es verdad -asentí sonriente-. Pero bueno, hoy es el día de Sofi. ¡Felicidades!

- ¡Gracias! -me abrazó con energía y recordé algo por ello: aún no había soltado la mano de Bianca. La sensación de tener nuestras manos juntas era muy cómoda, se sentía bien. Pero también sentí vergüenza por no haber soltado su mano; quizás le hice sentir incómoda.

Solté mi mano derecha de la suya con suavidad, no quería parecer un bruto ni hacerle daño. Unos segundos después, Sofi me soltó y comenzó a hablar con Bianca. Mientras, miré la palma de mi mano confuso.
¿Por qué se sentía tan bien? Al principio sentía pequeños escalofríos al tocar a aquella chica, pero con el tiempo se volvían muy agradables. En realidad era una sensación indescriptible. Y aún así, me era enormemente familiar.

Era algo similar a estar tumbado; te sientes cómodo, y no quieres moverte de donde estás por nada del mundo. Y bueno, aquella era la extraña sensación que Bianca me hacía sentir. Y no era reciente; ha pasado mucho tiempo ya desde que comencé a sentir esto por ella. Nunca le confesé mis sentimientos por miedo a ser rechazado, porque sí, ya conocía el rechazo. 

Aquella fue sólo una vez, pero fue y será la peor durante toda mi vida. Y no quería que volviese a pasar, ya no más.

Era una pesadilla.

El rechazo, la tristeza, el odio. Era todo culpa de ese sentimiento.

El sentimiento de tener a alguien y no querer perderlo nunca, de querer estar con esa persona para siempre, siempre. Esas supuestas mariposas en el estómago(aunque más bien son mamuts) que te revuelven las tripas, y el palpitar de tu corazón acelera a gran escala. El amor.

Por las viejas llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora