Capítulo 4

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Al oír sus palabrás me alegré enormemente. Cogí ambas de sus manos mientras exclamaba con entusiasmo:

- ¡Genial!

Tras unos segundos, alcé un poco la mirada hasta dar con sus ojos. Profundos, dirían algunos. Inexpresivos, dirían otros. ¿Yo? Siempre pensé que su mirada era indescifrable, como un cofre que se debe buscar y desenterrar, y que al haberlo encontrado, deba abrirse con sumo cuidado para no dañar su tesoro interior. Porque sí, para mí, Lee era un tesoro. Era algo muy preciado para mí. Se veía como un alma delicada, algo a lo que uno querría proteger para toda la vida, para hacerse cargo de que nada ni nadie le hiciera daño jamás. Porque uno sabe más que nadie lo que él ha sufrido y aguantado, y jamás querría permitir que le volviese a pasar nada similar, nunca. Porque yo lo sé. Y quiero potegerle.

Tanto pensar, que me distraje completamente de lo que estaba ocurriendo actualmente. Al salir de mis pensamientos, me encontré sentada en las gradas, de la mano de un hermoso y sonrojado Lee.

- ¿Q-qué pasa? Pareces un tomate -le dije, soltando una risita. Tras esto, él simplemente me dio un pequeño tirón, acercando mi rostro al suyo- ¿Q-qué...? -estaba algo confusa, mi cerebro no sabía qué hacer, pero mi corazón quería acercarse más. Le miré a los ojos; él también se veía confuso, probablemente nunca habría llegado más lejos de lo que estábamos. Bueno, ¿quién soy para hablar? Yo tampoco había llegado más allá. Nos quedamos así por varios segundos, hasta que una voz lejana gritó:

- ¡Bianca, Lee! ¡Sebastián está llegando, venid con nosotros!

Algo fastidiada, me alejé lentamente de él. Le miré a los ojos, creo que no era la única a la que le habían chafado el momento.

- Bueno, será mejor que vayam...

- M-me gustas.

- ¿Eh? -le miré sonrojada, él tenía los ojos cerrados y había bajado la cabeza, avergonzado.

- Sí. Q-quería decírtelo hace tiempo, pero nunca encontré el valor para ello... L-lo siento por lo de antes, creo que fue un acto reflejo, n-no sé en qué estaba pensando, yo...

- Shh -le levanté el rostro con suavidad, y le miré de forma serena para tranquilizarle un poco-. Tranquilo, no pasa nada. Lee, tú... Tú también me gustas.

El palpitar de mi corazón se aceleraba por momentos, y un suave temblor recorría mi cuerpo, intensificándose con el pasar del tiempo. Hubo un largo e incómodo silencio, hasta que él dijo:

- Entonces... ¿T-te gustaría ser mi novia? -'Novia', aquella palabra sonaba extraña, pero bonita a la vez, al salir de los finos labios de aquel chico.

- C-clar--

- ¡Chicos! ¿Venís ya o qué?-otro grito volvió a arruinarnos el momento. Decidimos no hacerles esperar más, y nos levantamos para ir con ellos. Pero ir hastá allí no fue tan sencillo como pensábamos. Apenas levantarnos, esa sacudida que veíamos inofensiva se convirtió en un fuerte temblor, haciéndo estremecer el suelo y agitándonos en un intento de caer a éste.

- ¡AH! -a unos pocos metros estaban Sofía y Kaden, tirados en el suelo. Cogí a Lee de la mano y corrimos hacia ellos en un intento de no caer.

- ¡Sofía, Kaden! ¿Estáis bien? -nos agachamos para acercarnos a ellos, ofreciéndoles ayuda.

- Ha empezado... -oí un murmullo a lo lejos. Giré mi rostro y vi a Sebastián. Se veía bastante calmado a pesar de lo que estaba pasando. Él estaba mirando en dirección al viejo volcán, antes de girar su cabeza y seguir caminando hacia nosotros.

- ¡Sebas! ¿Qué está pasando? -pregunté preocupada.

- No creo que una jovencita como tú deba saber sobre esto aún.

- ¿Qué? Sea lo que sea, está pasando, y si no me lo dices, me acabaré enterando por mí misma con que pasen unos minutos -Miré preocupada a Lee por unos segundos, para volver rápidamente la mirada a Sebastián-. ¿Y bien? -pregunté con desconcierto. 

Él suspiró y farfulló:

- El viejo volcán ha despertado. 

- ¿Ha despertado? ¿Qué significa eso...?

- Va a explotar. Cada cincuenta años, este volcán despierta. A veces son ligeros temblores y ya está, pero esto... Explotará dentro de muy poco.

- ¿C-cuándo exactamente? ¿Has avisado a los demás? ¿A dónde iremos?

-Tranquila -cogió a Sofía, pues ésta se había desmayado del susto. Ella era en general, bastante sensible. Se levantó con ella en brazos y caminó hacia la salida, vía al refugio-. Seguidme, volveremos al refugio, donde están los demás. Sentí los temblores esta mañana así que les dije que no salieran de ahí.

- Hum... -me levanté, y tratando de mantener el equilibrio mientras le seguía, asentí con la cabeza- Vale. 

Lee y Kaden nos siguieron con rostro preocupado. Mientras caminábamos, vi algo brillante en la hierba, pero no le di ninguna importancia. Estábamos todos muy asustados y preocupados por el volcán, fuera lo que fuera eso, no sería motivo para darse la vuelta y cogerlo. Y miles de pensamientos comenzaron a rondar por mi cabeza; ¿Por qué ahora? ¿Qué iba a pasar dentro de una o dos horas? ¿Quién nos rescataría?

No podía con los nervios, el miedo, todo me controlaba. Pero una mano entrelazó sus dedos con los míos, proveyéndome de seguridad y confianza. Y no era nadie más que Lee.

Por las viejas llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora