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Al despertar de la oscuridad en la que fui sumergida, me explicaron que era normal.

—¿Normal?—había preguntado sorprendida de que fuera normal que recitara algo que no sabía de dónde lo había aprendido, para luego desmayarme.

—Lo es, pero aun no sabe lo que hizo¿Verdad?— me respondió la joven ángel de cabellos negros que me cuidaba.

Negué, no lo sabía.

—Ha mostrado a todos los ángeles que usted es quién nos salvará, ¿Recuerda la entrega?

—¿Entrega?—Le pregunté curiosa.

Una risita de parte de ella me dio a entender que era muy lógico, aunque no lo fuera para mi. Aquella risa me hizo sentir algo en el fondo de mi pecho, era hermosa.

—Cuando terminó de recitar su promesa unas luces salieron de sus manos, ellas tocaron a cada ángel existente.

Me tomé un tiempo para procesarlo, eso era bueno. Pero también tenía algo malo, después de todo Lucifer también era un ángel ¿No?

—¿Eso quiere decir que... bueno, Lucifer también lo sabe?

Se retiró de mi lado y se negó a hablar, yo podría obligarla de alguna desconocida manera a hablar, pero quería ganarme la confianza de cada uno. Así que simplemente lo dejé pasar.

—¿Cuál es tu nombre?

—Rusiell, señora, para servirle.

Le sonreí y cuando intenté seguir una charla con ella para preguntarle cómo me había movido de un cuarto a una piscina, fuimos interrumpidas.

Recordé que no comía hace mucho y no me sentía cansada físicamente, tampoco iba al baño. Eso me extrañó.

Supongo que el estar en el cielo era una buena explicación. No era como que pudiera consultar en un libro o en Internet "cómo sobrevivir en el cielo" eso sonaba estúpido inclusive como pensamiento.

El ángel que nos interrumpió se veía muy apenado y se disculpó cerca de cien veces, pero el juicio de Ariel ya había empezado y faltaba muy poco para dictaminar "La condena."

Así que ahora estoy con cinco ángeles más, viendo a Ariel en medio del cuarto color gris con poca iluminación, con los pies y las manos siendo rodeadas por aureolas amarillas brillantes que al parecer le prohíbe huir.

Llegué tarde, pero no me reprendieron o miraron mal. Ventajas de ser una diosa, supongo.

—Hemos decidido, solo necesitamos de su aprobación, señora.

No me molesto en corregirlo, quiero verme profesional aquí, sin formalidades.

—Siento sí es una mala pregunta, pero quiero saber de qué se le acusa. Y sus nombres, por favor.

Eso los descolocó, supongo que esperaban que fuera grosera o exigente.

—Es acusado por conspiración, incumplimiento y desobediencia además de huir de su anterior condena. Hemos decidido que su castigo será un siglo sin sus alas, vagando en la tierra como humano, pero obviamente sin la capacidad de sentir algo.

Me quedo callada y asiento, procesando la información.

—Yo considero que están viendo el vaso medio vacío. Entiendo que la obediencia sea lo más importante y que él incumplió una orden. Entiendo también que mostró sentimientos hacía los humanos y entiendo también que no debería haber huido, sin embargo no entiendo porqué no pueden ver que gracias a él, yo estoy aquí. De no ser por él, yo seguiría siendo ignorante respecto a quién soy en realidad, seguiría trabajando de mesera y moriría como una humana. Gracias a él puedo estar aquí, cumpliendo mi papel. Teniendo eso en cuenta, ¿No deberían reconsiderar la condena?

Los miro fijamente, esperando que tomen en cuenta mi palabra. Sorprendente, lo hacen.

—¿Cuál considera usted que debería ser?

Lo pienso, debo ser imparcial.

—No creo poder dictaminar un castigo, estoy aquí para solucionar problemas, para hacer que todo sea mejor ¿Cómo podría castigar a alguno de ustedes?— Sin saberlo, mi corazón dolía de pensar en castigar a algún ángel.

—No puede quedarse sin condena.—Responde uno de ellos, con voz alta e hiriente. Ganando miradas que desaprueban su comportamiento. Me fijo en él y lo recuerdo, el ángel de la oficina.

—¿Cuál es tu nombre?

—Tadriel.

Vaya, que poco originales son en el cielo, Ariel, Uriel, Rusiell, Tadriel.

—Tadriel, entiendo si no soy de tu agrado y espero que eso cambie, pero te pido que no me alces la voz. Aparte, en ningún momento dije que no lo castigaran, dije que yo no puedo hacerlo, pero como castigo lo pondría a ayudar a las almas que no encuentran su camino al cielo. Ahora debo irme, pero confío plenamente en que ustedes serán justos y agradecidos.

¡Mis discursos mejoran! No confío en ellos y lo de las almas lo dije porque escuche que Rusiell y el ángel que interrumpió nuestra charla comentaron que cada vez eran más almas y no había suficiente ayuda. Espero que me hagan caso.

Lo cierto es que desde el show de luces que salió de mis manos, mis sentimientos hacia los ángeles eran mucho más profundos.

Me había dado un pinchazo en el pecho al escuchar el tono de Tadriel.

Al salir de allí, dude de a dónde iría aquella vez, no era como pedir un destino turístico y de la nada aparecer allí, sin embargo lo intenté.

Me imaginé en Venecia, siempre quise conocer ese lugar. Un sueño frustrado.

Cerré los ojos esperando ir allá.

No ocurrió.

Aparecí en medio de un pasillo tan blanco y reluciente que me cegó por un segundo. Habían puertas, demasiadas puertas. A ambos lados del interminable pasillo blanco.

Al lado de cada puerta había una pantalla electrónica, como la de los McDonald's, aunque mucho más delgadas en la que salía la información de una persona diferente en cada puerta.

Comprendí entonces que era un cuarto para cada muerto que se ganó un lugar en el cielo.

¿Eso era el paraíso? ¿Un cuarto?

La curiosidad me hacía picar las palmas de las manos, ¿Cómo era por dentro?

Sé que no puedo ir por ahí abriendo puertas sin saber, por lo que negué con la cabeza, cerré los ojos y apreté mis manos en puños.

—Aquí está, señora. Hay un problema que requiere de su presencia. Con él libre, todo se irá complicando.

—¿Él?

—Lucifer, señora

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¡HOLA! WATTPAD NO ME DEJA ACTUALIZAR, PERO ESPERO QUE LEAN ESTO ALGÚN DÍA.

HASTA EL PRÓXIMO

Erika x

MISTERIOSO ENCUENTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora