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Mi primer pensamiento es pedir a cualquier ángel que me de toda la teoría para aprender cómo usar mis habilidades. En la oficina hay cinco, alguno debe poder ayudarme.

 —Bien, hagan lo suyo.

Hablo a nadie en especifico,  cualquiera puede ayudarme.

— ¿A qué se refiere cuando dice "lo suyo"?—Responde Tadriel, mirándome mal, como siempre.

—Ya saben, me tocan y ¡PUM! Ya sé cómo utilizar mis habilidades. Venga, estoy lista.

Se miran entre ellos,confundidos.

—Nosotros no... no poseemos esa información. Usted es única en su especie, nunca ha habido alguna otra criatura como usted, ni siquiera una que se le acerque a su magnificencia.

Sus palabras me incomodan y miro mis manos , no me gusta ser tratada como un dios. Irónico, sabiendo que soy la reencarnación de una. Esa información me golpea fuertemente, no puede haber reencarnación sin una muerte previa. Levanto la mirada de mis manos y los miro a todos. Ellos retroceden, mirándome  casi con terror.

  —¿Cómo puedo ser la reencarnación de una diosa si no ha habido una antes para morir? 

Me pica el cuerpo completo,no es una sensación agradable. Me desespera.

Ellos, sumisos, bajan la cabeza. Nadie me da una respuesta y eso sólo acrecienta mi desesperación. Nunca me ha gustado sentirme ignorante respecto a algún tema, siempre estaba buscando información y aprendiendo. En mi universidad era la única persona que cursaba dos especializaciones, siempre por querer obtener más y más conocimiento. Ahora siento que no sé nada acerca de mí o de mis orígenes, ahora me doy cuenta de que ni siquiera lo poco que creía, era cierto.

  —¡ALGUIEN RESPONDA! 

Ellos se arrodillan en el piso, sin subir su mirada en ningún momento, lamentando haberme mentido y engañado. Temen de lo que les pueda hacer. Inclusive Tadriel se ve afectado. 

Eso me hace perder el poco de calma que poseía.

Furiosa, levanto mi mano derecha, pasándola antes por debajo de la izquierda para formar  una gran X con mis brazos, cierro los ojos y pronuncio una extraña palabra, luego los vuelvo los ojos para verlos a ellos mirarme con terror. 

Una extraña fuerza en mis manos me obliga a deshacer la X, pero al hacerlo una brillante y casi cegadora luz dorada emerge de ellas, con un blanco fijo; el ángel que está justo en medio de la habitación. Luego él baja la cabeza, mientras los otro lo miran con un terror que me descoloca. Él se levanta del suelo y empieza a escupir palabras en un extraño idioma, nada que se pueda entender. O al menos yo no puedo hacerlo, al parecer los otros presentes si entienden. 

Gruño, fastidiada y desesperada por el escozor que siento en todo el cuerpo. Un extraño frío se extiende por mi espalda, encaminado al cuello. Siento que si llega, nada bueno va a pasar.

El ángel sigue hablando, pronunciado cosas sin sentido, ni siquiera parecen palabras.

Cierro los ojos, intentando tener control y detener el extraño frío que me sube por la espalda. Respiro profundo, me pellizco el puente de la nariz y me abrazo a mí misma mientras evoco recuerdos felices de mi pasado que me ayuden a calmar.
Lo logro.

Él ya se ha quedado callado y los otros siguen de rodillas. Todos excepto Tadriel. Él me mira fijamente, con un reproche que me desagrada.

—Tienes suerte de ser lo que eres, de lo contrario te habría condenado a la muerte.

Eso me impresiona. Me molesta y me enfurece. Todo en partes iguales.

—¿Quieres decir que matarías a alguien solo porque se dio cuenta de que le metían? ¿Por qué descubrió que le estuvieron mintiendo desde el principio, tratandolo como a un estúpido? ¡Pues el que debería morir eres tú!—exclamo furiosa nuevamente.

Me mira incrédulo.

—¿Es mi culpa que no impongas respeto? ¿Es mi culpa que seas débil, incluso de pensamiento? ¿Que tus "padres" no supieran como criarte? ¡NO SÉ COMO VAMOS A DESTRUIR A LUCIFER, MI HERMANO! ¡TÚ DEBERÍAS SER DESTRUIDA!

El frío llegó a su meta. Me siento la cabeza fría, como si tuviera hielos por doquier, como si la sumergiera en agua helada. Y mis palmas arden.

—No voy a permitir que me hables así. No eres nadie ¡NADIE! ¿No te gusta que esté aquí? Bien, pues vete. Pero no vuelvas, nunca.

No me importa la reacción de los otros cuatro ángeles. No me importa nada justo ahora.

Él, furioso, arremete contra mí.

Me golpea en el rostro, haciendo que vuele por la habitación y que mi espalda se estrelle con una fuerza sobrenatural en una pared, haciendo que sienta como se rompen mis huesos en el proceso.

Un gran dolor me azota el cuerpo, no puedo compararlo con nada que haya sentido antes. Es indescriptible. Sin embargo, no salen lágrimas de mis ojos.

Los cierro, escuchando como se mofa de mi debilidad. Y como los otros ángeles exclaman sorprendidos.

Cierro los ojos siendo consciente de que no puedo morir. No mientras esté en el cielo.

Sólo me quedo en el piso frío y reluciente, viendo el reflejo de una persona fracasada, de alguien que vencieron con un sólo golpe.

¿Cómo podría con el diablo si con un golpe me dejaron fuera de la pelea incluso antes de que empezara? ¿De qué me sirven unos poderes nunca antes vistos, sí no tengo idea de cómo usarlos?

No lo sé, pero lo haré. No será fácil. Pero rindiéndome no lo haré.

Arrugo el rostro, sufriendo por el dolor, empuño las manos y me levanto muy lento, sintiendo mareos y un frío mucho más insoportable.

Arrodillada en el piso, miro hacia arriba, justo a los ojos de Tadriel, cierro los ojos y murmuro con una voz tan baja, que dudo ser escuchada.

Yturathchz.

Luego me desplomo con fuerza en el piso. Escuchando un golpe sordo después de mi caída.

Luego, simplemente no hay más que una hermosa oscuridad. Eso de caer inconsciente se está volviendo común en mí.

De aquel silencio y oscuridad, una luz roja se abre paso y de ella una silueta de mujer.

—Bienvenida, Esmeralda. Te tardaste mucho, pero estoy lista para conducirte a la sabiduría que necesitas. Soy Fphia.

_________________________

Bien, hora de las apuestas... digo, hipótesis. ¿Qué creen que pasará?

¿Con Tadriel?

¿ Con Fphia?

¿Con Yo? :v espero que les haya gustado. Hasta el próximo.

Erika x

MISTERIOSO ENCUENTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora