Capítulo 5

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《Beltrán Seller》


Llegamos al mismo y entramos, busqué a la recepcionista Sophie para avisarle que ya había encontrado a Lisa, pero no estaba ahí. Seguidamente subimos a la habitación de Lisa, estaba muy desordenada como ya antes había comentado; su ropa estaba por doquier y su rostro de vergüenza no tenía dónde esconderse. La entendía perfectamente, y quería mostrarle que no tenía por qué estarlo al caminar hacia el desorden y tomar un par de prendas, las cuales doblé sin problema.

—Si vieras mi habitación cuando tenía diecisiete años, morirías al ver tal alboroto. —Le dije.

Se burló disimuladamente.

—Oye, no tienes que hacer esto —agregó tomando también algunas prendas.

—Quiero ayudarte. Somos un equipo, ¿no es así? —Le pregunté dándole unas blusas.

—¡Lo somos! —respondió ruborizada—. Pero si te veo olfateando mi ropa interior, lastimosamente te cortaré la parte de tu cuerpo que recién me agrada —agregó con un tono de voz bajo y soberbio.

Tragué grueso.

—De acuerdo —respondí.

—¡Bien! —dijo dándome unas palmadas en el rostro.

Continuamos limpiando la habitación hasta que finalmente quedó impecable, sin ningún calcetín o blusa tirados por ahí. Prendí la televisión para ver el noticiero solo para saber que suceso relevante había ocurrido en el mundo los últimos días. No había nada importante, solo lo mismo de siempre; farándula, chismes, deportes, etcétera, hasta que en un momento informaron una taza de suicidios, la cual incrementó en un treinta por ciento. No me interesaba en absoluto tal tema, pero me llamó la atención el caso de ese momento: un chico estrelló su auto contra su casa, según vecinos y amigos lo hizo por problemas familiares o algo relacionado con un romance. No me imaginaba hacer algo así si Lisa me abandonara de por vida, «Creo que lo resolvería como se debe de hacer» pensé convenientemente por el momento, y no sabía cuan equivocado estaba.

Almorzamos y reposamos un poco. Algunas horas después llamé a Cóndor y a Franklin para saber si vendrían y accedieron sin problema, después de todo ninguno había viajado a Norteamérica antes. Debía saber en dónde sería mi encuentro con Seller, por lo cual en las siguientes horas planeé la operación como lo hacía antes en mis momentos de gloria, tratando de que todo quedara a la perfección. Finalmente a las diez en punto de la noche todo estaba terminado, solo faltaba llamar a la persona que se hacía llamar «Beltrán Seller».

Por primera vez en mucho tiempo me sentía atemorizado e impotente, con tal miedo que cuando pensaba en el supuesto Beltrán Seller, mi piel se recogía y pensaba en lo peor que podría pasarle a Lisa. No me preocupaba por mi persona en lo absoluto, pues mi alma tenía el infierno más que ganado, si no que era Lisa la que hacía que tantas preocupaciones se apoderaran de mí. No podía pensar en la soledad, tristeza y depresión con la que me quedaría si algo le pasaba.

Ambos estábamos cansados y extrañamente en silencio, como si algo nos incomodara, como si supiéramos que algo no iba a salir bien, como si algo nos dijera que volveríamos a separarnos contra nuestra voluntad. Realmente me sentía mal, pero no me podía dejar llevar por tal sentimiento, nunca lo hice y nunca lo haré. Nos acostamos en su cama, estábamos muy cansados y todas las luces estaban apagadas, pero eso no significaba que dormiríamos aún.

—Oye, si vas a quedarte aquí deberías de traer tus cosas, ¿no lo crees? —Me dijo de repente.

—Oh, claro, lo haré en cuanto pueda.

Injusticia Divina ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora