Capítulo 6

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Los tres juicios


Estaba a cien metros de la gigantesca bodega en la que se encontraba Ewan, viendo al instante un camión de Fibro-Tex saliendo del mismo y no le di la importancia.

Entré a la bodega e Ewan hablaba con sus hombres, parecía que les daba órdenes para ocultar una gigantesca plataforma de unos seis metros de altura con una sábana de igual tamaño. Aceleré mi motocicleta insinuando mi llegada cuando Ewan volteó a verme, y esta vez no tenía su desmesurada barba blanca, en vez de ella se notaba una fina barba con mezcla de negro y blanco considerando su edad. Me era extraño verlo y no podía digerir su imagen real.

—¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato? —Me preguntó soberbia y seriamente.

—Tu apariencia real me sorprende, es todo.

Caminó hacia mí con seriedad, abrochando los dos botones del lujoso saco que vestía, el cual era nuevo para mí, ya que estaba acostumbrado a verlo con sus conjuntos de vaquero millonario que usaba todo el tiempo.

—¿Ah sí? Bueno, para ser sincero estaba agotado de esos horribles atuendos de cuero y jeans, los cuales usé en vano dada la circunstancia de que descubriste quién soy en realidad.

—Tal parece que no eres bueno en estas cosas —comenté bajando de la motocicleta.

—¿Disfrazándome? No, exportando y asesinando a mis enemigos, sí.

Quería evadir el tema porque en realidad no me importaba ni siquiera un poco lo que sea que tuviera que decirme al respecto de su vida personal, así que solo nos introduje rápidamente a un nuevo tema en mi turno para responderle.

—¿Dónde está ella?

Frunció el ceño cruzando sus manos.

—Está en un cuarto totalmente oscuro. No te preocupes, la alimentamos bien y la llevamos al baño cuando tiene que hacerlo. No soy una mala persona.

—No, eres su padre, y sin embargo la tratas como a una «huésped» atemorizada que no tiene idea de lo que le ocurrirá. —Le dije disgustado.

Bajó su mirada con vergüenza por unos segundos, levantándola de nuevo con rapidez y dándome la espalda al caminar hacia el fondo del local.

—Sígueme. —Me ordenó con seriedad.

Como dijo lo seguí sin dudar hasta que nos detuvimos frente a esa gigantesca y redonda placa de hierro que estaba cubierta, la misma que sus hombres estaban manipulando.

—Quédate aquí, haré que traigan a Lisa.

Acaté su orden y me mantuve estático, anhelando oler de nuevo su exquisita fragancia a cereza y escuchar sus patéticas pero originales ocurrencias. La vería aunque fuera todo un día comiendo waffles.

Abreviadamente observé que dos de los hombres de Ewan estaban cerrando la enorme cortina de hierro del almacén en el que residíamos. Me sentí un poco incómodo al saber que si cualquier cosa salía mal, no habría una salida rápida, por lo tanto comencé a sofocarme.

De pronto escuché una dulce voz, una voz que fue como una melodía al ser atendida por mis oídos que la añoraban.

—¡No me toques, idiota, te romperé el cuello cuando menos lo esperes! —exclamaba con agresividad mientras se acercaba con un hombre que la escoltaba.

Contaba impaciente cada segundo conforme esperaba para verla, hasta que se asomó saliendo de la puerta que conducía con la parte trasera del local. Instantáneamente hicimos contacto visual, manifestando de ambas partes nuestra alegría, solo que ella se lució gritando fuerte y agudamente.

Injusticia Divina ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora