Hay personas a las que Dios les dio un don especial: ser mamá.
Es la que encuentra algo a la primera, donde yo lo busqué diez veces sin éxito.
La vasija de plástico, la camisa lavada que perdí en mi cuarto, los juguetes que dejé regados en la casa.
Es la que me dio gelatina de fresa sentado en sus piernas cuando era pequeño.
La que se arrancó un pedazo de pan para dármelo a mí.
La que quitaba mis temores, recitándome Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
La que con cariño y firmeza me condujo en el camino del Señor.
Es el ser cuyo amor se parece al de Dios.
Chaparrita, gordita, delgada, de tez blanca o morena.
Ella es tu madre.
La única mujer que con sus manos puede apagar las pesadillas nocturnas.
Ella merece todo nuestro honor y respeto.
Mi madre merece todo mi honor y respeto.
Porque ella me enseñó a bañarme, a lavarme los dientes, planchar mi ropa, a lavar trastes.
Pero también me enseñó a perdonar de corazón,
Me enseñó a tener el valor de enfrentar las tempestades, a sujetarlas en el nombre de Dios,
Me enseñó a sujetarme a la voluntad del Rey.
Me enseñó la fidelidad.
Me enseñó a trabajar, a dar más de mí.
Me enseñó que la verdadera fuerza no está en los brazos, sino en él el corazón.
Mi madre merece todo mi amor porque ella me condujo a Dios.
Mi mamá es una guerrera de Cristo, y aunque sin espada o arma alguna, de rodillas y en oración derribó gigantes.
Una mamá llega más lejos que un paladín.
No hay soldado, guerrero, ni macho, que tenga más coraje que mi madre.
Mi mamá es una doctora en administración, en finanzas, en comunicación, en gastronomía, en cívica y ética, en historia, en todo.
Más que cocinar, ella sabe amar, sabe luchar por su familia, sabe pasar hambre sin quejarse, sabe dar sin recibir algo a cambio. Por eso sé que ella es el reflejo humano más brillante del amor de Dios en el mundo.
Eva, Sara, María Magdalena, Cuquis García, Sofía, Rebeca, Josefina, el nombre que quieres darle.
Ella es tu madre: uno de los seres más maravillosos que Dios creó.
