Chris, Till y Oliver

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¿Tres para una y una para...?

La tarde estaba soleada, pero no calurosa. Los rayos del sol que entraban por la ventana de la gran casona blanca, recorrían los pasillos en un paseo turístico, que se detuvo en seco al tocar el pie de alguien.

Christian, molesto por el iluminado día, movió su pierna y la cruzó sobre la otra, maldiciendo al sol que se colaba por la casa.
Su amigo Paul reía por lo bajo, pues no sabía si tomar una fotografía de Till y Richard dormidos con la boca tan abierta que alguien cabría en ella, o aprovechar su postura y hacer unas cuantas maldades. Idea a la que se adelantó Oliver, metiendo gusanos de goma y golosinas demás en su nariz y boca.

Christoph masajeaba su sien con los dedos de la mano en la que tenía recostada su cabeza, observando silenciosamente y ensimismado la escena.
Sabrina golpeteaba el sillón como si fuera la baterista, al ritmo de una canción mental que le alejaba del tedio absoluto en esa sala. Schneider sonreía por la escena.

Ella se hartó.

—¡Ya basta! —con un grito que nadie esperaba, se levantó y asustó a los presentes.

De paso, hizo que Richard y Till se despertaran con pavor, como si hubieran escuchado la alarma incendiaria.
Richard, confundido, escupió los dulces de goma sobre la calva de Oliver (quien cayó por evitar un golpe suyo al ponerse de pie) y Till sin pregunta alguna, comió los suyos gustoso.

—¿Se dan cuenta? —continuó —. Es domingo y la banda más importante de su género no hace más que sentarse en círculo como si fuera una obligación estar aquí —la desaprobación nadaba en su voz. Trató de relajarse un poco y volvió a sentarse —. ¡Es Praga, señores! ¿No quieren salir a cono...?

—Yo quiero ir al cine —interrumpió Flake sin importarle lo que iba a decir su amiga.

—Yo también.

—Por mí está bien.

—¿Por qué no?

—Vale.

—Da igual.

—¡Claro! Olvidaba que yo no toco instrumentos —cruzó su pierna y se molestó con la lengua apretada entre los dientes.

—Hermanita, no seas ridícula —pasó detrás del sillón y masajeó sus hombros —. Pero no. No tocas nada —sonrió cínico.

—Richard, no seas un idiota. ¿Qué preferirías hacer entonces, Sabri? —con una sonrisa de ensueño, hizo levitar a la chica con mariposas en su estómago.

—Y ahí va Christoph al rescate. ¿Qué eres? ¿Su príncipe azul? —pensó un momento —. No contestes.

—Patéticos... —Oliver torció sus ojos y recogió una goma del suelo que lanzó a la cabeza de Schneider, para luego señalar a Till y culparlo.

Sabrina soltó un suspiro.

Durante esa semana los tres chicos habían estado peleando seguido sin motivo alguno —según creía —, lo cual representaba una clara tensión. Aunque no sabía a qué se debía, Sabrina debía actuar siempre como mediadora, no le quedaba de otra, y lo peor de todo, era que ocasionalmente se preguntaba si era debido a su presencia.

Oliver la pasaba de largo y evitaba cualquier tipo de contacto con ella, como si la odiase. Christoph era lo contrario; atento y amable, con una afabilidad que le punzaba a su hermano mayor, Richard.
Por otro lado, tenía a Till, quien ya en numerosas ocasiones se había mostrado totalmente diferente a su persona; ese hombre rudo y sarcástico daba su rostro y comportamiento a torcer cada que estaba al lado de ella (algo habría de querer lograr con eso).
¿Les estaría incomodando que Richard haya decidido invitarla a esa gira?

Ohne-Shorts (Rammstein)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora