[Actos del 0.3 al 1.1]

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Caminando con la calma obligada característica de las piernas entumidas, pensaba en lo que había ocurrido. La auto compasión era el sentimiento que mas odiaba ella, seguido de cerca por la impotencia y después por la incertidumbre.

Estas dos ultimas eran las que embriagaban su mente, y ella como buena anfitriona de estos sentimientos, dejaba que jugaran a sus anchas con sus pensamientos, turbando su sentido común y su lógica, a decir verdad nunca cuido mucho de estos. Un plan, sí, eso era lo que necesitaba ella en ese momento, la impotencia se volvió venganza, y la incertidumbre, dedicación, por un momento se sintió que podría ser Edmundo Dantés, pero rápidamente desecho esa idea, ella pensaba que él si tenía un motivo justo para su venganza, ella no. Pero eso no hizo que sus sentimientos flaquearan.

Los hechos, simples y corrientes, al menos para ella.

Su eterno amante, había decidido que no podía seguir siéndolo, ya que le molestaba que ella además tuviera un amante ocasional. Esto no habría sido problema ya que por eso tenía dos... Tal vez hasta más, pero el amante ocasional se había enamorado de alguien más, de alguien que no era ella, si se hubiera enamorado de ella, ella hubiera tenido el placer de romperlo hasta que él no sintiera otra cosa que admiración y necesidad por ella. Ella no podía ser la abandonada.

La solución, aún más simple, al menos para ella.

Podría acabar con ellos, como había acabado con aquel pariente que en algún momento vio en ella más que el parentesco.

Al recordar esto, una sonrisa se asomó en su bella cara, recordaba el primer día en que su pariente con engaños la apartó del resto de su familia para tener un poco de "privacidad" y le demostró como la inocencia se puede acabar, tan rápido como lo que tarda una mano en deslizarse por una pequeña espalda. También recordó como nadie le creyó lo que había sucedido, y fue cuando conoció el odio, el odio de verdad hacía los que había pensado siempre estarían ahí para ella.

El momento que decidió hacer algo al respecto era tan vívido que no parecía que fuera tan solo un par de años antes, cuando notó que ella no cabía más en la casa de su madre, en especial por que sabía que pronto sería viuda por segunda vez, esa noche... Era esa noche o toda su vida sería igual, no peor, pero para nada aceptable. Recordó como jugó el mismo juego que su padrastro con ella, por medio de engaños lo llevó a un lugar apartado donde pudieran tener un poco más de "intimidad" y ahí, ella le mostró que la vida puede escaparse tan lentamente como la sangre que escapa de un cuerpo caliente. Después... Nada, pero eso no era malo para ella, ya no sentía miedo, ni tristeza.

Sólo algo era seguro, nunca se había sentido tan liberada como cuando subió al primer autobús que la llevaría lejos de todos sus recuerdos de los últimos 15 años. Fue cuando decidió vivir, sin pensar en los demás, ya que para ella, los demás no pensaban en ella, por eso la única capacitada para cuidar de ella, era ella.

"Vaya, no puede ser tan difícil" pensaba esta Afrodita que renació con la sangre, al pensar que es lo que haría. Era una misión fácil, era entrar al cuarto donde conoció a sus amantes por primera vez, cuando decidió que podría apostar su cuerpo en un partida de cartas, y en la confusión llevarse el premio mayor... y lo logró, pero además se llevó el corazón de dos amigos, mismos que pensaba en romper, pero no con sentimientos, sino con una sobredosis de plomo que llevaba en su bolso.

Otro cigarro en sus delicadas manos, que pese a su firme decisión, no temblaban, ya había matado a alguien directamente, y a alguien más por sus actos ¿por qué temblaría ahora que no eran más que juguetes para pasar el rato?

Una puerta escondida en ese bar de mala muerte que es invisible para las personas, y resplandecientes para aquellos que buscan una salida que puede parecer fácil, era su objetivo.

Entrar a ese lugar era odioso para ella, amaba la manera en la todos volteaban a verla de tantas maneras distintas, sin embargo odiaba que nadie intentara hacer algo, de alguna manera buscaba poder engañar a alguien con falsos sentimientos y poder sacar el mejor provecho de aquel desgraciado que cayera en su red.

Frente a la puerta meditó. No porque dudara en hacer lo que quisiera, ni porque pensara que le temblarían las manos en el ultimo momento. Sino porque estaba decidida a guardar todo lo que estaba por ocurrir en su memoria, las caras llenas de sorpresa y horror.

Entró, cerro la puerta dando la espalda a los 5 que estaban en la mesa, disimuladamente colocó el cerrojo, se volteo, los miró y sonrió, los demás la correspondieron con sonrisas o piropos, a estos últimos ella correspondió con una risa que pareciera inocente, aunque entendía perfectamente el doble sentido. Murmuro algo, y en acto de velocidad apunto a cada uno con su pistola, esto causo risa entre los apostadores, y también en ella cuando presionó el gatillo, incrustando un proyectil letal en la cabeza del mas cercano a ella, empezó a gritar histéricamente cada que iba cegando la vida de los ahí presentes, pero todo estaba planeado, dejo al final a sus amantes, estaban inmóviles de la sorpresa, a su amante eventual le colocó el arma en la cien, del lado de su otro amante y cariñosamente mientras el cañón le quemaba la piel, le susurro que su error fue pensar que había alguien mejor que ella... silencio, y un estallido junto con sus gritos y golpes en a puerta. Otro disparo, pero este al aire, tomo la mano de su eterno amante y le puso la pistola en la mano, misma que apoyó sobre su pecho.

-Dispara- le ordeno, al no hacer nada, ella grito y sin que él soltara el arma la llevó a su boca, cuando intento luchar por su vida, era demasiado tarde, ella presionó su dedo, salpicándola de sangre la cara, y robándose la vida a su amante, se dejó caer.

"Su error fue pensar que podría pertenecer a alguien"

Por fin la puerta cedió a los golpes.

La escena podría haber haber sido mas sádica, pero vaya, hasta en eso se había esmerado en no ser tan sucia. Ella seguía gritando con las manos sobre su cabeza y su cara llena de sangre, ajena, nadie pensaría que ella es la autora de ese baño de sangre, al contrario su belleza y su falsa inocencia hizo que la sacaran rápidamente de ahí... Podríamos decir que la policía llegó e investigo lo que sucedió ahí, pero sería mentir, en ese bar de mala muerte este tipo de cosas eran comunes. Cuando escoltaron a esta señorita hacía afuera, temblaba, pero no de miedo, sino de placer, y había obtenido algo más que la venganza, un nuevo amante... Aunque este pensara que la víctima era ella y el que se aprovechaba de la situación era él.

Algo no estaba bien en su cabeza, pero se esforzaba por parecer paralizada y no reír a carcajadas.

Actos mórbidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora