Capítulo 3: "Si tú no estás"

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Luz

24 de agosto de 2015

Creo que debo muchas explicaciones, en especial luego de que, sin previo aviso, dejase de escribir. Ni yo sé por qué lo hice, supongo que después de su partida no encontré motivos suficientes para plasmar mis vivencias en un papel. Mi vida se había vuelto aburrida, monótona e insignificante.

No. No tengo por qué mentir. No fue por aburrida, fue por vergüenza. Sentía vergüenza de mi misma, de la persona en la que me había convertido, y mantuve la loca idea de que si no lo escribía, él no se enteraría. Hoy, años después, me doy por vencida. Soy esta, la que siguió como pudo en un pueblo que nunca le perteneció, y sé que él ya no volverá.

¿Qué me pasó? La adolescencia. Comencé la secundaria y mi grupo de amigos creció significativamente, aunque yo no hice nada para que eso sucediera. Quién diría que luego de que el centro de mi vida se fuera, podría encontrar nuevas amistades. Me volví rebelde, hostil y falsa, todo eso que siempre odié, aunque ahora sea parte de mí. Mis padres trataron por años de encaminarme, no me importaba. Al final se rindieron y llegaron a la conclusión de que si yo era feliz y estaba sana, ellos aceptarían mis decisiones.

Feliz no era, por mucho que intenté disimularlo. Algo faltaba y sabía muy bien qué, aunque no quería admitirlo. Mi vida sí se había vuelto monótona: fiestas todos los días, drogas, alcohol y sexo —eso del sexo comenzó un poco después, pero pasó a formar parte de la monotonía de mi vida.

Solo ahora, teniendo la suficiente madurez como para volver a mis antiguas ocupaciones y comenzando mi primer año de psicología, puedo admitir que mi adolescencia no fue, para nada, como la quería pintar. La mujer segura, confiada e indiferente que me había ocupado en mantener, en realidad era una niña autodestructiva, que buscaba cualquier medio para salir de su realidad.

Sé que quizás es un poco extremo para tratarse solamente de un chico, y viéndolo con la perspectiva del tiempo, probablemente mis pensamientos eran demasiado fatalistas pero, en ese momento, mi vida se resumía a eso, y mis pensamientos a él...

—...y el compañero de Ted hará una fiesta la próxima semana, aunque no sé si debamos ir, quizás tendríamos que estar tranquilas aunque sea el primer mes, para adaptarnos a los horarios. —Kim no paraba de hablar y Luz había dejado de oírla hacía media hora—. No lo sé, los demás han llegado hace dos semanas y ya se han acomodado, quizás deberíamos salir más con ellos, para conocer a todos. —Como dije anteriormente, Luz seguía atenta a su diario, leyendo páginas de muchos años atrás, rememorando buenos momentos.

—Claro...

—Ah, y me olvidaba de contarte, llevé a tu hermana a la peluquería para que le tiñeran el pelo de verde y le hicieron un piercing en el ombligo.

—Ajá —volvió a balbucear la castaña.

—¡LUZ! —La aludida se sobresaltó ante el grito, dejando caer el cuaderno al suelo—. ¡No me estás escuchando! —La chica suspiró ante las quejas de su amiga y se agachó para recoger su diario.

—Lo siento, estoy algo distraída.

—Lo noté. De todas formas, ¿qué estás haciendo? —Se acercó para intentar ver lo que la chica había escrito, pero esta fue más rápida y escondió el cuaderno detrás de su espalda.

—Nada.

—Vamos, déjame ver. —Kim era, sin dudas, la persona más testaruda del planeta.

—No.

—¡Por favor!

—No, Kim. —Pero si la rubia era testaruda, su amiga era determinada—. ¿Qué decías de los chicos?

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