Octavio

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Los niños son como orugas que algún día se volverán mariposas pero para lograrlo tienen que pasar por una etapa de cambios.

Desde que mi madre regresó se podría decir que fui feliz como toda niña lo es, pero eso no duró mucho…

De pequeña mi primo siempre jugaba conmigo y nos trataba bien, hasta que llegue a los 12 años.

En esa etapa de cambios había algo que me decía que simplemente ya no me acercara a él, que un día me podría lastimar, y la verdad, mis pensamientos no eran equivocados.

A Octavio siempre le gustó estar con chicas de muy corta edad, de unos  14 o 15 por lo menos a pesar de que él ya era un hombre de más de 30; de pequeña nunca creí que el me pudiera hacer daño pero las cosas cambian ¿Cierto?

Mi desarrollo fue algo rápido, sin que pasara mucho tiempo mi cuerpo ya se había desarrollado lo cual no me hacia ver de mi edad, por suerte no fui la única a la que le pasó, dos amigas de la escuela estaban pasando por lo mismo, en un abrir y cerrar de ojos se pudo decir que ya éramos señoritas y no nos incomodaba el término.

Pero luego iniciaron las miradas acosadoras de parte de hombres en la calle y por supuesto, de Octavio, me sentía súper incomoda. Me aleje de él ya que no me agradaba su presencia, pero era imposible no tener que estar en el mismo ambiente, ya que iba a mi casa muy seguido.

Pasó un año y ya me había acostumbrado a todos los cambios que experimentaba. Podía tolerar la presencia de Octavio en mi casa; un día el habló con mi mamá para que yo lo ayudara con un trabajo y dijo que me pagaría por ello, sinceramente me pareció buena idea y mi mamá no se opuso porque pensaba que el me podría cuidar y de paso me distraería.

Durante un mes fui a ayudarlo en distintas ocasiones, pero un día todo cambio y del peor modo, en cada día que había ido era muy indiferente con él; pero el último… sólo desearía no haber estado ahí, tal vez las cosas hubieran sido diferentes, tal vez si yo no hubiera ido aquel día mi primo no estaría dentro de esta lista.

Les contaré cómo sucedieron las cosas...

Como cualquier día que iba a su casa llegué y toqué el timbre.

—Hola- le dije, muy desganada la verdad

—hola Alexandra, pasa, ya sabes donde están las tijeras; yo estaré en mi cuarto por si necesitas algo.

—está bien ¿Tienes algo de comer?— a pesar de todo seguía teniendo cierta confianza con Octavio, al fin y al cabo era mi primo y estuve con él la mayor parte de mi infancia.

— sí, hay refresco en la nevera y puedes agarrar lo que gustes para comer. Ya sabes donde están las cosas

—gracias— pasé a la casa y me dirigí hacia la cocina para buscar algo de comer mientras cumplía mi rol de siempre.

Todo estaba de lo más normal hasta que Octavio salió y se sentó frente a mí.

— quiero hablar contigo

—¿de qué?- el momento se estaba volviendo tenso.

— ¿por qué estas más distante a mí?

— eso no es cierto— estaba en una incomoda posición al mentirle de esa forma, sabía que era verdad lo que decía pero no quería explicarle nada

— Alexandra, no mientas, me he dado cuenta que prácticamente huyes de mí.

—eso no es cierto ¿Qué quieres que haga, que esté pegada a ti todo el tiempo? Eso no pasará- poco a poco iniciaron los gritos pero de igual forma no me imaginaba que las cosas acabarían de tal modo

Cartas De Un Corazón LastimadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora