Desde un principio pensó que todo aquello era extraño, la llamada tan temprano, el que volviera a citarle en un lugar alejado de la academia, el que apenas y diera detalles de lo que harían. Murdock suspiró con fuerza a la par que observaba el peculiar edificio que se alzaba frente a ella.
-¿Para que me quiere aquí?-
Se cuestionó entrando en el edificio y acercándose al recibidor de este, gran fue su sorpresa al ver que la recepcionista le sonreía y le indicara que siguiese a su compañero hasta uno de los tantos estudios que los musicos mas jóvenes solían usar para ensayar; uno tras otro fue dejando atras las habitaciones mas pequeñas, fue hasta dar con el más grande de los salones que una expresión llena de asombro salió de sus labios. Habían tantos instrumentos que no cabía en su propia e infantil emoción, eran tan variados que sus ojos paseaban de un lado a otro, o al menos así fue hasta que por inercia se acercó a una de las guitarras y con cierta nostalgia comenzó a practicar acordes, disfrutando de aquella calma que invadía el lugar.
-¿Disfrutando del espacio Sunshine?-
Sin poder evitarlo dio un respingo en cuanto aquella frase dicha en su idioma natal se coló en sus oídos, observó la tímida sonrisa del varón y correspondió al gesto con una gran sonrisa antes de tratar de corresponder a sus palabras, pero una negación del chico y un gesto para que se continuara le impulsaron a seguir. Sus dedos se movieron por inercia, dejando que una melodía comenzara a escucharse.
Y no es que la rubia pensara en ello, tan solo se dejaba llevar por los acordes, tan solo seguía aquel ritmo que parecía recordar a la perfección; puesto que esa era la primera canción que había aprendido en aquel instrumento, puesto que había sido la primera que aquel hombre le había enseñado mucho antes de que le enseñara a tomar un arma. Por lo que los primeros acordes de "One" de "Metallica" inundaron aquel salón, bajo la atenta mirada del varón; mientras que la fémina se sumía entre sus recuerdos, en donde solo había cabida para ella, la melodía y aquellas distantes memorias de un pasado y un mundo que no vería mas. Tan solo salió de su ensoñación en cuanto la voz del ruso llamandole con insistencia se escuchó.
-Eh Blondie, te preguntaba ¿Quien te enseñó a tocar?- Escuchó decir al varón de nueva cuenta mientras suspiraba; un sutil sonrojo apareció en las mejillas de la fémina debido a la vergüenza de la situación.
-El tío Frank...Fue él quien lo hizo, fue nuestra primera canción-
Las palabras salieron sin pensarlo de sus labios a la par que acariciaba la guitarra, mientras rememoraba la imponente figura de Frank Castle tomar asiento a su lado, mientras recordaba escucharle tocar, mientras recordaba las caricias del mayor en su cabeza y una sutil sonrisa de este antes de pasarle el instrumento. El menor por su parte volvió a guardar silencio en cuanto la chica Murdock volvió a perderse en la melodía, disfrutando de aquella canción, tarareando en voz baja al igual que lo hacía; fueron unos cuantos minutos que ambos se dedicaron a gozar del ritmo, y fue así hasta que la melodía acabó y sus miradas volvieron a cruzar.
-Esto... Hmm... ¿Te gustaría oírme tocar?-
La mujer parpadeó un par de veces al escuchar aquella pregunta y al percatarse del sutil sonrojo que invadía al varón, “¿De verdad me está pidiendo eso?” se cuestionó la rubia, consciente de que el otro era demasiado tímido como para mostrar aquel talento en público; por lo que no demoró mucho en asentir con una gentil sonrisa en el rostro.
-Me encantaría~-
Obediente el ruso tomó turno frente al banco del bonito piano de cola que también reposaba en el lugar, la fémina no pudo evitar mirar expectante por ver al otro tocar, puesto que aunque no lo dijera el sonido del piano lograba recordarle un poco a su padre, quien pese a que no tocaba con la maestría con la que el azabache tocaba en esos momentos, lograba sacarle una sonrisa en cuanto le dedicaba una melodía a su pequeña hija. Tan solo dejó de soñar despierta en cuanto escuchó al otro cantar, soltó un casi mudo suspiro de asombro por ello: “¡Nunca imaginó que cantaría para ella!” pensó guardando silencio, embelesada de poder apreciar aquella escena. Una lástima que durase tan solo unos minutos.
-Me regreso a Rusia en unos días, Blondie...- El silencio que surge antes de la tormenta se hizo sentir por un par de segundos.
-What!-
La voz de Murdock resonó en la habitación, el otro tan solo tembló un poco ante la actitud de la jóven, esta bufó un poco tratando de tranquilizarse, puesto que no se podía creer que el otro fuera a huir de sus problemas cuando le había prometido mejorar, cuando le había visto hacer pequeños avances estos últimos días. No podía simplemente rendirse y alejarse, ella simplemente no podia concebirlo de esa forma.
-Asshole... ¿Al menos volverás?-
Dijo ligeramente dolida y quizá un tanto molesta de sentir que le abandonaban. De que no habrían mas risas ni encuentros como este, de que no habrían mas entrenamientos juntos; por su parte el mago de hielo solo suspiró un poco a la par que se encogía en su asiento, apenado de enfadar a la mayor.
-Será a lo mucho una semana Blondie... Solo unos días para despejarme, se que necesito mejorar, lo se... Pero el estar aquí y sentir que la mayoría me juzga o no quiere verme, hace... Hace que quiera rendirme... P-prometo volver, además... Podemos hablar por la laptop...-
Le escuchó hablar entre murmullos y tartamudeos, encogiéndose mucho mas en su asiento y desviando la mirada; la fémina resopló un poco puesto que lo que menos deseaba era el poner al otro mucho mas nervioso de lo que ya estaba “Aquello solo jodería cualquier avance” pensó respirando profundo, tratando de comprender (así fuese un poco) al varón.
Un descanso le haría bien, unos días lejos de la academia quizá le harían sentir mejor, quizá era algo bueno y puede que luego de eso le viera de mejor ánimo (y no hecho un pequeño ovillo en alguna cama con los ojos rojizos de tanto llorar), quizá era el lugar y sus personas los que no le ayudaban en lo absoluto (no cuando algunas eran crueles o juzgaban); suspiró de nueva cuenta antes de aproximarse al otro y peinarme con cuidado el cabello. Era curioso el verlo estremecerse siempre ante las caricias ajenas.
-Supongo que si regresas... Podré extrañarte un par de días-