C U A T R O

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El cementerio estaba oscuro y solitario, escalofríos recorrían mi ser, miradas pesadas se clavaban como cuchillas en mi espalda. Me detuve frente al portaequipaje y dude si abrirlo o no, si esperar instrucciones o ser una rebelde total.

Miré a mí alrededor para comprobar si alguien se acercaba o algo así y abrí el portaequipaje.

En él se encontraban tres bolsos grandes de color negro y cada uno llevaba una nota sobre este. Saqué las tres notas y comencé a leerlas.

-De lo poco que te conozco, supe que no esperarías. Este bolso lleva una ropa especial que deberás usar desde ahora en adelante, será como tu traje oficial –el chico del Pañuelo.

Negué levemente la cabeza con una sonrisa ladeada y continué leyendo la siguiente nota.

-Espera a que llegue el chico que te comenzará a acompañar en las siguientes misiones, puede ser peligroso si abres los siguientes bolsos sin compañía de alguien especial en nuestra "asociación" –el chico del pañuelo.

Abrí el bolso de un costado, donde se encontraba un montón de ropa, pasé de ella y me dirigí al siguiente bolso, estaba lleno de armas, pistolas, espadas, dagas, granadas y todas esas cosas que solo podría tener un militar.

Pasé a la siguiente nota.

-Sabía que lo abrirías, eres demasiado rebelde para esto, los superiores me regañaran ¿Sabes? Solo por tu insolencia. El siguiente bolso trae alimentos, mucho dinero, y todas esas cosas para sobrevivir, desde ahora "vivirás" en este automóvil, puedes quitarle todas las decoraciones y adaptarte a él. Suerte cariño. –el chico del pañuelo.

Abrí el último bolso y divisé los fajos de dinero, alucinaba, posiblemente era mucho más de lo que yo tenía en mi tarjeta de debito, podría guardar todo este dinero para matricularme en la universidad y poder pagarla y poder estudiar lo que más quiero... Para ser independiente al fin. Mi sonrisa se ensanchó y suspiré, era un sueño, una posibilidad, primero debería rescatar a Will, mi Will... Ah y mi madre, claro.

Sentí unas pisadas detrás de mí y por instinto tomé el primer objeto que pudiera pillar para amenazar a quien se acercara.

Frente a mí se encontraba un chico alto de pelo oscuro, sus ojos eran verdes, brillantes, pero parecían lentes de contactos. Dejaba revelar una sonrisa ladeada, demasiado simpática. Iba con una sudadera negra, jeans ajustados negros y unos botines negros, eran vestimenta de camuflaje, era mi compañero.

-¿Quién eres? Preséntate –espeté con la adrenalina a tope. Era guapo, podía simplemente bajar la guardia para sonreírle pero me mantuve.

-Zack James, tu compañero –sonrió por completo-. Podrías dejar de amenazarme con una barra de chocolate ¿Sabes? No mataras a nadie con eso –estiró la mano y me la arrebató, la abrió y dio un mordisco gustoso.

-Ah, tú, no necesito compañero –mentí.

-Me han encomendado para esto, yo solo debo seguir órdenes, te guste o no –levantó los hombros con indiferencia.

-¿Te mandó el chico del pañuelo? –susurré confusa.

-Ah, él –rió suavemente-. Un buen amigo mío, me mandó porque dijo que sería el mejor para protegerte.

-No necesito que me protejan –bufé.

-No –concordó-. Pero posiblemente necesites practicar para lo que se te viene. No pueden andar amenazando a personas con barras de chocolate, debes amenazar con armas de verdad, quizás una daga, es más efectiva en momento que te arrinconan; una pistola, para cuando te amenacen a la distancia, pero por sobretodo debes practicar defensa personal, eso te ayudará por sobretodo.

Nuestros Mundos Bajo FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora