Capítulo 2. The Institute

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EL INSTITUTO.

Me desperté sobresaltada. Algo me hacía cosquillas en la nariz. Fruncí el  ceño al ver que era la misma pluma de antes.

Miré a mi alrededor y recordé que sería la última vez que lo viera. Lamentablemente no había sido una pesadilla.

Me cambié el vestido y me puse una calza rojo oscuro y una remera negra manga corta que tomé de la caja que era una cómoda improvisada de cartón.

Tomé el lazo negro que estaba por ahí tirado y me até el pelo en una cola alta. Tomé mi bolsa que estaba hecha de cuero.

Era muy especial, ya que estaba encantada y podías poner casi de todo, no pesaba y era muy fácil encontrar lo que estabas buscando.

Miré el extraño aparato de metal que reposaba a un lado envuelto en una tela blanca. ¿Debería llevarlo? No podía dejarlo acá. Lo tomé y lo metí en la bolsa, haciendo un gran estruendo.

Me asomé por fuera de la casa y vi a mi amiga Heileen tratando de subir con sus alas plegadas a la espalda. La muy tonta no quería guardar sus alas ni para despedirse de su amiga.

Sonreí al ver como, estando a dos metros de la casa se quedaba trabada entre las ramas de tal forma que si guardaba sus alas y no se agarraba bien, terminaría cayendo.

-¡Sacame de acá!- gritó al verme.

-¿Y si digo que no?- dije con una sonrisa perversa en mis labios. Al final le di mi mano y guardó sus alas, logrando subir del todo.

La saludé, para luego darle un golpe cariñoso en el hombro. Antes de que se quejara salté de la casa del árbol y, como su imitara a Tarzan, fui bajando de rama en rama de a saltos, cuando, de un momento a otro me encontré volando agarrada de mi amiga.

-¡Suéltame!- vociferé mientras pataleaba de aquí para allá.

-¡Madura Nisha! Te vas a caer así-yo hice un puchero.

-¡No soy una fruta! ¡Que las frutas maduren! Yo no tengo nada que ver- dije cruzándome de brazos.

Heileen negó con la cabeza y sonreí. Nope, yo no iba a cambiar.

Llegamos a la estación de trenes. Era un tren mágico que te llevaba de una punta del mundo a la otra. Imagínate, yo iba a ir desde América del Sur hasta Estados Unidos.

Heileen no me dijo adiós. Aún tenía la esperanza de que volviese algún día. Nadie me esperaba en el andén. Subí al tren y me fui a mi cabina. Era de esos trenes de lujo con restaurante y todo eso.

Todo tenia un color cálido y antiguo.

Miré por la ventana mientras me dirigía a mi nuevo hogar.

El instituto.

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La Doble Sirena.

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