II "Tiempos de dolor"

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Todo retomaría un mínimo de fe al enterarme de que Mariana estaba en el hospital aún con vida.

Pero no pude acompañar a Nicolás por eso. No pude asistir al reconocimiento del cuerpo, no pude asistir en el velorio ni en el entierro de Natalia, y durante esos dos días no pude asistir a la casa de Nicolás para ver cómo estaba.

Sé que me necesitó como yo lo necesité a él en esos momentos.

Lo mío se arrastraba de ansiedad pensando si descartar la última esperanza y comenzar a prepararme para el dolor más duro o si resistir más días sin comer ni dormir, ahogado en llanto esperando a que Mariana despertara.

Pero pasaron siete días, y ella no abrió los ojos.

Nicolás llegó al hospital al fin para acompañarme y verme totalmente descuidado y ojeroso, deprimido y un poco más delgado de lo normal. Sin embargo, no me dijo nada sobre eso, ¿qué iba a decirme? Él se encontraba casi igual a mí, con la diferencia de que él tenía la cara lavada por lo menos.

—¿Hace cuánto no te duchás?

—¿Qué importa? —respondí apoyado en el costado de la cama de Mariana y levanté la mirada levemente.

—¿Y si despierta y lo primero que siente es tu pésima higiene?

—¿Y si no despierta?

Lo escuché acercarse y ubicarse detrás de mí, después apoyó su mano en mi hombro.

—Perdón —vociferé—. Esta semana fue difícil para todos... ¿Cómo te sentís ahora?

—Sigo hecho mierda, los días pueden seguir pasando y, aunque tenga menos ganas de llorar, la culpa de no haber llegado a despedirme y el dolor siguen ahí —Sonrió agachando la cabeza—. No creo que pueda superar esto.

Moví la cabeza muy suave, dudoso de asentir.

—No sé si decir que te entiendo, ni yo sé lo que siento en este momento... ¿Tengo que estar feliz porque está viva o seguir llorando como lo vengo haciendo porque no despierta?

Quedamos en silencio varios segundos, ni pude calcular cuántos, pero después de todo dejó escapar una risita acompañada de un «qué vida de mierda», y se sentó en el sillón de descanso en el que yo solía dormir cuando me quedaba.

—¿Dónde está su familia?

—Nos turnamos, ellos se quedan toda la noche y yo todo el día.

—O sea que, ¿tenés tiempo de bañarte?

—Sí, estúpido —Reí un poco forzado—. Antes de ayer fue la última vez que lo hice.

—Sos un asco —Me sonrió.

Me levanté un momento de mi lugar para sentarme en el apoyabrazos a su lado.

Comenzamos a reírnos un poco de nuestros aspectos, hablamos sobre las personas que no veíamos hace meses o incluso años y que después de la tragedia volvieron a aparecer momentáneamente dejando algún hipócrita mensaje de apoyo para luego volver a desaparecer, o así lo sentíamos.

Casi no hablamos de Natalia y casi no hablamos de Mariana.

Hablar de ellas nos ponía mal a los dos, eran temas que se daban por sentado que ocurrieron o estaban ocurriendo y al menos yo no quería enfrentar los porqué. Para nada.

Un diente de león • [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora