Había estado mal la noche anterior, el hotel no fue de su agrado. Había comido poco, pensado mucho. Siempre — a pesar de ser hombre —tenía una buena intuición y un corazón sensible a los presagios, como su mamá.
«El desayuno es la comida más importante» le decía ella cuando todavía no lo había orillado a romper su vínculo de madre-hijo, eran buenos tiempos. Tal vez si hubiera tomado algo además de un rápido café, sus manos no temblarían y su tez no estaría tan falta de color, pero vamos, es entendible estar así en una situación de vida o muerte.
¡Oh, Muerte!
Es la única palabra que puede pensar en este momento mientras las luces titilantes de color rojo y el fuerte bip-bip ahogan la calma que intenta mantener, todo el caos reina en las alturas, en esa cabina a su cargo.
Piensa en lo patético que resulta el ruidoso modo emergencia, piensa en que no es necesario tanto ruido porque es imposible no darse cuenta que se estrellaran contra el piso. Piensa. Piensa en cualquier cosa que lo distraiga de su miedo de morir.
Pero nada funciona, no cuando la gigantesca máquina de metal está indomable, fuera de su control.
Su frente suda, su garganta se reseca, sus oídos escuchan a los pasajeros en pánico. Sólo hay una esperanza, una maniobra arriesgada, y se arriesga, porque todas las probabilidades apuntan a un final catastrófico.
— ¿estás seguro? — pregunta su acompañante, su mejor amigo.
— No, ¿pero acaso hay otra opción? — y con esas palabras hala hacia delante la palanca para poner en marcha la máxima velocidad.
— los motores uno y tres no responden
— Entonces reza — empieza a oprimir varios botones haciendo lo posible, ignorando la luz roja que lo ilumina —. Torre, aquí, torre de control, vuelo 981, perdemos altura, repito: perdemos altura.
Se escucha un grito desgarrador y cree que es suyo, pero descarta la probabilidad cuando se percata del nudo en su garganta. Así lo educaron, para llorar y temer en silencio.
— Estaremos bien — le dice Pablo —. Veras que saldremos de esta.
Sonríen, no saben si es por la tensión o porque quizá es la última sonrisa. Parecen minutos a pesar de ser sólo una fracción de segundo.
— avisa a las azafatas sobre los chalecos ¡rápido!
No pasa mucho tiempo antes de que el choque este tan cerca como para que su vida pase ante su mente, para que el tiempo pierda el sentido, entonces, cuando sus recuerdos ya van por la adolescencia la enfocan a ella, y se pierde de sí mismo y promete que si sobrevive la buscará, la encontrará y hará de todo para que regrese a sus brazos, a pesar de los años, a pesar de las circunstancias, a pesar de...
El inminente choque contra el agua y el pitido en sus oídos, interrumpen sus pensamientos acallándolos abruptamente, todo se va, incluso él, se pierde de a poco en el mar.
Nunca se puso chaleco salvavidas. Espera, con lo que parece su último suspiro, que el resto de las personas si lo hayan hecho.
ESTÁS LEYENDO
Por los aires /«La historia de una promesa»
General FictionUna historia profunda sobre la vida de Gabriel, un joven piloto. Narrada a dos tiempos viaja a través de las facetas del personaje, en especial después de que este se encuentra de cara con la muerte, pues este suceso le ha dado un revolcón a su cab...