🌁 U N O 🌁

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ANTES~

El sol era delicioso, lo suficiente para que ellos andarán descalzos por el pasto del enorme patio de la casa, abandonado los deberes, echándose perezosamente boca abajo para que las hebras verdes de la hierba les picara en las pantorrillas donde sus cortos pantalón y falda no cubrían. Era un ambiente tranquilo y descuidado, como las dos bicicletas abandonadas a unos metros de ellos, como sus risas.

— ¿entonces es rojo o azul?

— no podría decidirme, diría que ambos — Gabriel mordió su labio.

— ¿quizá morado? — rieron ante su conversación en clave.

— no, por supuesto que no.

— pero si te gustan ambos colores.

— Pero por aparte — explicó Gabriel a su prima.

— es lo mismo ¿no?

— no, una cosa es rojo y azul y otra es morado. Morado es más bien como las personas que son ambos colores, algo así como un trans.

— Oh.

Antes de que Gabi le contestara con un "¿ves?" y un codazo de broma, una voz femenina les interrumpió: — niños, ¿qué tanto hacen? Regresen a dentro, las onces ya están.

— Sí, Tata — respondieron al unísono y levantaron las bicis para llevarlas a rastras a la entrada de vidrio de la casa.

Gabriel miró una última vez al cielo.

— ¿de qué tanto hablaban? — preguntó Tata, la niñera y dama de llaves en cuanto estaban en la isla de la cocina empezando a comer.

— nada importante, tonterías — optaron por no dar detalles sobre su charla de orientación sexual y concentrarse en las galletas con mermelada.

— Ay — suspiro Tata —, mis niños como están de grandes. Mírate, María, toda una señorita hermosa y tu Gabriel, un buen mozo.

— me lo dices todos días.

— no es mi culpa que estés tan guapo.

Sólo sonrieron, disfrutando de la calma.

Aunque por lo general Gabriel estaba tranquilo, pues siendo hijo de los dueños del bufete de abogados más importante de la ciudad, no tenía preocupaciones económicas y nada le faltaba, ni siquiera la atención de sus padres.

Sin embargo, con trece años era el menor de la casa y no tenía a nadie en su misma sintonía, su hermano de 19 era demasiado adulto y en la escuela tampoco tenía demasiados amigos, sólo Susan. Por eso, en las vacaciones cuando su prima María viajaba a visitarlo y se quedaba por algunos días, los aprovechaba al máximo, ella era su mayor confidente y con quien discutía sobre los cambios de su cuerpo y de su mente; esas charlas que tanto necesitaba.

Por los aires /«La historia de una promesa»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora