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En realidad, han tenido muchísima suerte, todos lo saben. Esa es la noticia bomba de la semana y con algo de suerte la del mes completo también.
El vuelo 981 y su nombrado colapso por fallas mecanicas en dos de los motores de las alas, ha dejado la milagrosa cifra de nueve muertos. Sin embargo Gabriel está de luto porque era él quien piloteaba y fue Maritza —una dedicada azafata con la que tenía una fogosa amistad — una de las fatídicas víctimas.
Agacha la cabeza cuando el nombre de Maritza es mencionado, seguido por una foto de ella con su uniforme y sus sexys piernas largas. Le duele... Porque siente que la mató. Y de repente se siente mareado con todo el rollo del homenaje que organizó la aerolínea, la prensa, las fotos, las preguntas... la piel que le quema en los lugares que ella tocó con sus manos, con sus uñas pintadas de distintas banderas del mundo, con sus labios delgados.
« Maritza. Maritza. Maritza» susurra su cabeza y grita desgarrada su alma. Siempre ha tenido ese problema con loa recuerdos, cuando olvida lo hace enserio; pero cuando no puede el pensamiento está allí: latente como una obsesión, recurrente... intenso.
— estás llorando — escucha la voz de Pablo. No sabe si pregunta o afirma pero tampoco quiere averiguarlo.
— ¿ah?
— que se te ha colado una lagrimita — se siente aliviado de que Pablo mantenga su porte bohemio, de que susurre para reservar la charla sólo entre ellos.
— ah.
— ¿no puedes decir otra cosa?
— no lo sé — y no entiende cómo una respuesta tan basica y a veces molesta, pueda ser tan sincera, pero apesar de que el "no" deje vacío al "saber", Gabriel piensa en lo mucho que se acomoda a su mente tan llena y vacia al mismo tiempo.
— ¿cómo no lo sabes?
Suspira, esa es la pregunta que da en el clavo. No sabe por qué su vida perdió sentido, sobrevivió, sí, ¿pero que sigue?; no sabe si encontrará una respuesta ahora que entiende que siempre hizo la pregunta equivocada; no sabe si podrá sanar; si la soledad en la que se sumerje dejara de absorberlo; o si algun día habrá alguien que llore su muerte o sufra su partida.
Por suerte el rubio entiende que Gabi no puede o no quiere hablar, y le da su espacio. Pero cuando se acaba el evento y su amigo camina cabizbajo con el premio que recibió como piloto de honor, lo entiende, justo después de que este mire la foto de Maritza y se tense al ver al prometido — un joven danés destrozado por la pérdida de la mujer a la que iba desposar —. No puede creer que Gabriel, el señor recto, haya sido el amante de la azafata.
— Gabi, entiendo que la estés pasando mal, que Maritza se haya ido y que te duela... pero ¿por qué te duele?¿acaso tú... le querias? — pierde el color y casi siente que la placa por valentía que recibió va a deslizarsele de las manos para romperse junto a su control.
«¿le quería?» — se pregunta. Y se siente sofocado porque cada palabra que pronuncia Pablo parece ser una larga cuestión, como si no supiera de sí mismo. Sin embargo sigue pensando al respecto...y nota que la quiere, pero no de la forma que insinúa el rubio, nada cercano al enamoramiento.
— responde ¿tu y ella...?
— ¿qué?
— es obvia mi pregunta, Gabriel, que si vosotros dos tuvisteis algo.
— ¡baja la voz!
— ¡sólo responde! — grita entre susurros —, siento que no te conozco.
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Por los aires /«La historia de una promesa»
Aktuelle LiteraturUna historia profunda sobre la vida de Gabriel, un joven piloto. Narrada a dos tiempos viaja a través de las facetas del personaje, en especial después de que este se encuentra de cara con la muerte, pues este suceso le ha dado un revolcón a su cab...